jueves, 28 de junio de 2012


CONGRESO: ORGIA DE CORRUPCIÓN

La democracia, creación de la modernidad, busca superar la odiosa costumbre que irritaba a la mayoría de personas: los privilegios. Ofende a la inteligencia, mueve a rabia y encono que los derechos sean asunto para pocos, pero las obligaciones lo sean para muchos. Antiguamente los reyes, su familia y su corte, tenían el privilegio de hacer, prácticamente, lo que les daba la gana, sin asumir ninguna responsabilidad por sus actos.
La sociedad, aborreciendo los privilegios, creó el estado de derecho, para que imperara la ley, que fuera única y para todos, buscando igualdad de los ciudadanos frente a ella. Además, decidió que el poder no quedara concentrado en pocas manos, como en las monarquías y gobiernos absolutos, y lo repartió en tres poderes, cada uno independiente, pero interconectados para generar equilibrios. El poder quedó en los representantes del pueblo (poder legislativo) para que hiciera las leyes que el pueblo conviniera; también en los encargados de hacer justicia (poder judicial), un servicio público fundamental para que la sociedad pueda mantenerse en armonía. Finalmente el poder ejecutivo, para que dirigiera el Estado, de la mano de la ley, la justicia y los representantes populares.
Esto inició en el  mundo hace más de 200 años. En Colombia arrancó con la independencia, de la mano de Manuela Beltrán, Nariño, Santander, Bolívar y muchos luchadores que odiaban los privilegios y soñaban con entregarle a las generaciones futuras un mundo de igualdad, de derechos, de responsabilidad y justicia social.
Repasando los últimos acontecimientos en el país, parece que el sueño de Simón Bolívar y de los que gestaron este país se ha truncado. Tenemos unos magistrados de las altas cortes, ávidos de privilegios y canonjías, que quieren modifican su edad de retiro forzoso, prolongar su permanencia en el poder, amén de no responder por sus actos y en caso, de ser requeridos, tener la posibilidad de tener jueces amigos y benignos. Es decir, obligaciones para los pobres y prebendas para ellos…
Si por los lados del poder judicial llueve, por los lados de los representantes del pueblo (poder legislativo) no escampa. El congreso es la institución más desprestigiada y con menor credibilidad de Colombia. Se lo ha ganado a punta de actos de corrupción, ausentismo, mentiras, paquidermia y divorcio de los intereses populares. Algunos congresistas para mantenerse en el poder se aliaron con mafiosos, con paramilitares, guerrilleros y saquearon las arcas del estado para beneficio propio. La indignación ante estos y otros comportamientos obligaron a cambiar las reglas de juego y a crear una nueva constitución en 1991 para acabar con estos desmanes.
Pero la sed de privilegios no terminó. Los congresistas en su gran mayoría, con la tutela del ejecutivo, decidieron que sus actos, por torcidos que resultaran, no debían ser castigados, y establecieron unas medidas que les ofrecían, prácticamente, la impunidad. Como algunos habían sido castigados antes, había que rescatarlos de la cárcel favoreciendo su salida pronta mediante artilugios jurídicos.
Estamos indignados ante esta orgía de privilegios, exclusividades, prerrogativas, ventajas y favorecimientos para un puñado de congresistas sinvergüenzas que como sanguijuelas se chupan el erario, viven de nuestros impuestos y de la corrupción. Debemos identificar con nombre propio a estos desvergonzados congresistas y castigarlos no volviendo a votar por ellos. ¡Es hora de acabar con esta zanganería!

jueves, 21 de junio de 2012


COMPRADORES DE POLITICA
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Un estudiante de Ciencia Política de la Universidad del Tolima, me preguntó en clase si lo que le enseñaríamos durante la carrera se parecería a lo que se conoce todos los días de la política a través de los medios masivos de comunicación. A esa inquietud se sumó casi todo el grupo. Transcribiré, a grandes rasgos, mi respuesta:
Lo que usualmente se destaca es lo que los académicos han denominado la pequeña política. Su esencia es el beneficio particular, ya sea personal o de pequeños grupos. Por lo tanto, busca crear o mantener privilegios, pero nunca el interés general. Siendo claros, el interés general sirve para nombrarlo en los discursos y para maquillar o camuflar los intereses personales, pero nada más. Entonces, la pequeña política es un ámbito donde confluyen una serie de intereses privados y egoístas en el que cada actor ve a los demás como sus competidores o enemigos, y está dispuesto a defender, cueste lo que cueste, lo conseguido.
Para mantener sus privilegios, los de la pequeña política hacen lo que les toque, ni importa si hay que mentir, si hay que engañar o cosas peores. Tanto es que un político destacado en Colombia acuñó una frase que ha sido guía de comportamiento de muchos: “calumniad y calumniad, que de la calumnia algo queda”. Dicho en otros términos, mienta y mienta, que la gente de tanto escuchar mentiras, termina creyéndoselas. Como lo que hay que favorecer son privilegios, entonces se amañan contratos, se nombran personas incapaces o que no cumplen requisitos para ocupar cargos obtenidos como repartición de cuotas o pago de favores. Una verdadera rapiña por el presupuesto estatal que se convierte así en un botín a conquistar.
Pero donde la pequeña política se hace más odiosa y evidente, es en la injerencia del dinero. Hoy no se hace la política. Se compra. El dinero define quienes conformarán las listas, quienes serán los candidatos, quienes ocuparán los cargos de dirección. Con dinero se compran y se pagan encuestas y sondeos de opinión. Aún peor, es el dinero, no importa si es bien o mal habido, el que paga los electores, los periodistas y líderes comunitarios que se prestan a ello, los jurados y las autoridades venales. La pequeña política ha desplazado la preparación, el conocimiento, la experiencia, la probidad, el carácter y la seriedad, por el dinero, y si es abundante mejor. No interesa si es caliente o frío, lo importante es que sea dinero.
La pequeña política se asocia a corrupción, a farsas de todo tipo, a alianzas con delincuentes de cualquier calaña, a asesinatos, intimidaciones, envidias, odios, acosos sexuales, calumnias, amenazas, desplazamiento, despojos, atentados y desprestigio permanente de contradictores.
Lo que queremos enseñar en Ciencia Política en la Universidad del Tolima busca renovar y engrandecer la política, recuperar el sentido de responsabilidad, que el sentido de lo social, de lo colectivo, de lo general y de lo público prime sobre lo privado e individual. Que tengamos una clase política preparada, culta, comprometida y conocedora de los problemas de la sociedad. Políticos que sean capaces de recuperar la capacidad de soñar sin dejar de pisar la tierra. Políticos creativos, visionarios, críticos, respetuosos y con criterio.
La pequeña política solo ha traído pobreza, miseria, abandono y subdesarrollo. ¡La queremos desterrar!

jueves, 14 de junio de 2012


EN EL DIA DEL PADRE
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Era un hombre amable y un gran conversador. Me encantaba la manera como trataba a las personas. Como su memoria era envidiable, su charla cautivaba. Recuerdo como en la mesa, en horas de comidas, trataba temas que manejaba con profundidad y elegancia, y que alucinaban al escucharlos. Conversando era una catarata de datos, fechas, anécdotas, opiniones e ironías que reflejaban su trabajo como periodista. Estudiaba la historia con fruición. Le apasionaba escribir crónicas y creo que entre ellas están sus mejores legados.
Hijo de periodista y su hermano Jorge también ejerció el periodismo. Su abuelo dirigió periódico propio en Honda. Su padre se casó en Nicaragua con una mujer de familia distinguida, naciendo en esas tierras. Cuando tenía 7 años, su padre Roberto retornó con la familia a Colombia instalándose en Cali. Allí estudió. Bajo la égida, en distintos momentos, de Jorge Zalamea, Alberto Galindoy Pedro León Arboleda abrazó la profesión del periodismo y las banderas ideológicas del partido liberal. Trabajó en periódicos en Cali, Cartago, Puerto Tejada y redactor de diarios nacionales. Fundó periódicos propios con talleres editoriales incluidos, tanto en el Valle como en el Tolima.
Su bohemia y su sentido ético profesional lo mantuvieron lejos de pretender enriquecerse con el oficio. Su cabeza era un hervidero de ideas. Su inteligencia producía proyectos sin cesar y era encantador escucharlo soñar con propuestas de largo aliento para mejorar la educación o la eficiencia de los gobiernos. En su hogar enseñó y demostró el amor por su esposa y sus hijos. Todas las noches al llegar a casa vaciaba sus bolsillos, casi nunca llenos, para que ella dispusiera de lo necesario, teniendo después que pedir para sus buses.
Los hombres de su época no fueron enseñados a expresar afecto por sus hijos y menos por los varones. Aunque era un ser humano cálido, sin efusividades me hizo sentir siempre que me quería. Con mi hermana y mi madre era más expresivo. Todas las mañanas, antes de iniciar labores, entraba al ala izquierda de la Catedral y se paraba ante Jesús crucificado y rezaba una oración propia. “Hay que saludar siempre al Señor”, me decía. Pese a las estrecheces económicas nos enseñó a vivir con dignidad. De él aprendí el verso de Hugo Caicedo dedicado a su hijo: “alza erguida la frente hacia el futuro, conquista con tu brazo la tierra prisionera y nunca te resignes con un destino oscuro.”
Agustín Angarita Somoza se llamaba. Heredé, no sólo su nombre, sino sus deudas, su amor por la familia y por esta tierra, la devoción por mi mamá, el cariño por el estudio, la rectitud en el trabajo y la convicción en la emancipación humana. En algunas tardes, lo vi con los ojos encharcados de emoción leyendo poemas de Neruda o de Alfonsina Storni, o silbando la marcha El puente sobre el rio Kwai desnudando sensibilidades escondidas bajo corazas de hombría.
Su afición por el alcohol lo llevó a una cirrosis que lo entregó a la parca un 28 de diciembre hace 36 años. Ha pasado el tiempo pero su recuerdo sigue vivo en mi alma y aún añoro su consejo y su voz de aliento cuando en las encrucijadas de la vida me siento solo y acongojado. Estés donde estés, gracias y ¡Feliz día padre!
@agustinangarita

jueves, 7 de junio de 2012


MANUALES DE CONVIVENCIA Y DERECHOS HUMANOS
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
En la Maestría en educación de la Universidad del Tolima, específicamente en la línea de investigación en pedagogía de los derechos humanos, desde hace más de tres años venimos investigando un tema relacionado con los manuales escolares de convivencia de las instituciones educativas de Ibagué y su articulación con los derechos humanos, los derechos del niño y las demás normas que deben acatar.
Sin pretender una evaluación exhaustiva, son varios los aspectos que se repiten entre una institución y otra, que nos pueden permitir una mirada preliminar sobre el asunto. La ley 115 o Ley general de educacióny el decreto 1860, entre otros, establecen que los manuales de convivencia son herramientas pedagógicas que representan un conjunto de principios, derechos y deberes que rigen las instituciones educativas públicas y privadas. Esos manuales deben ser una expresión viva de la democracia en la escuela, por lo tanto, deben ser construidos mediante un consenso entre los miembros de la comunidad educativa: estudiantes, docentes, directivos, padres de familia… Además, esos manuales deben tener revisiones periódicas para actualizarlos a las realidades cambiantes de la vida institucional escolar.
Eso dice la norma. Pero en la práctica hemos encontrado manuales que se elaboraron en 1994 y no han tenido ninguna actualización. Existen instituciones que para evitar el debate democrático para crear los acuerdos necesarios para la convivencia armónica, escogen a dedo los docentes, los estudiantes y padres de familia, para que todo siga igual. Los rectores, directivos y docentes quieren mantener su autoridad a toda costa y han reducido los manuales de convivencia a simples reglamentos, a un gran listado de deberes (nunca de derechos) y sobre todo de sanciones. Entonces, son manuales que vulneran los derechos de los estudiantes, de los docentes, de los padres de familia y que no quieren modificar.
Hay rectores que consideran que por el simple hecho que los padres y los alumnos firman la matrícula y asumen algunos compromisos, ya es suficiente para que tengan que someterse a un manual que viola sus derechos humanos. Se les olvida que los derechos son irrenunciables y que no importa si firmaron, así sea con huellas de sangre en papel, si sus derechos son vulnerados pueden exigir su reparación vía tutela, si es del caso.
Hoy escuchamos a rectores y directivos docentes peleando con los alumnos exigiendo que se corten el pelo o castigándolos porque no les gustó el corte que se hicieron; o con las niñas porque se pintan mechones o por el largo de la falda del uniforme o la altura de las medias. Ni hablar del horror que les causan los piercing o los tatuajes. Las inquietudes de los alumnos son múltiples: que si la calidad educativa tiene que ver con si llevan o no el uniforme, con el largo o el color del pelo, con el gusto personal por la nueva música o cosas por el estilo.
Si bien es cierto que no existe forma sin contenido, que son dos elementos unidos e indisolubles, algunos creen que la forma es lo más importante y se desviven por ella, no importa que los resultados académicos de las pruebas SABER sean pésimas, o que los alumnos no entiendan lo que leen o no sepan redactar o escribir. ¡El debate por la calidad educativa está abierto!