sábado, 28 de diciembre de 2013

LA PARTIDA DE LOS GRANDES

El Tolima padece un mal que parece no tener pronta cura. Cada día tiene menor peso en el concierto nacional. Sus grandes nombres han partido. Otros, menos grandes, han sido eclipsados. Pero el resultado es igual. Un Tolima huérfano. Sin guías ni timoneles. Muy a la deriva.
Pese a sus detractores, Luis Humberto Gómez Gallo era de los grandes. Tuvo destacada carrera política. Concejal de Ibagué por varios periodos representando con honor y orgullo a su partido, el Conservador. Tuvo un corto paso por la burocracia departamental y se dedicó a recorrer la geografía tolimense con el senador Guillermo Ángulo, importante dirigente azul. Con audacia y valor supo separarse de su mentor e inició camino independiente en la política. Llegó al senado por tres periodos. Presidió la prestigiosa comisión primera y luego llegó a ocupar uno de los cargos más anhelados por la clase política: Presidente del Congreso.
Hombre trabajador, inteligente y conocedor en detalle de la política empezó a brillar como la figura más promisoria de este Tolima que veía con tristeza como se apagaban faros de otras épocas. Con esfuerzo, su nombre fue ganando estatura y más de uno lo avizoró como futuro candidato presidencial.
Por decisiones de la justicia, que algunos señalaron de politizadas, vio trancada su carrera. Una vez retornó a la capital musical tuve oportunidad de saludarlo frente a la Catedral. La sonrisa de siempre le marcaba el rostro y su mirada demostraba serenidad. Al abrazarnos comprobé la firmeza de un hombre que se siente en paz consigo mismo y con su gente. Una gran energía brotaba desde su alma. Se sabía inocente y quería trabajar sin descanso para que hasta el último de los tolimenses quedara convencido que era un hombre de bien y no un delincuente como quisieron hacerlo ver.
Hace menos de un mes lo encontré en los grados del Colegio Champagnat. Nuevamente me brindó toda su cordialidad. Me contó la manera como estaba reconstruyendo su vida, rota por las decisiones de la justicia. Su vocación de servicio estaba intacta y ya recorría los rincones de este Tolima que tanto afecto y cariño le ofrendó. La política reverberaba en sus venas y su liderazgo natural era reconocido de nuevo por muchos. Me explicó sobre sus negocios y la urgencia de recuperarse económicamente para asegurar el futuro de sus nuevos hijos y de su linda esposa embarazada. Su expresión irradiaba seguridad, convencimiento y trasparencia.
Me golpeó duro enterarme de su muerte. El Tolima ha perdido otro de sus ya escasos grandes hombres. La orfandad política es grande y son pocos los que se vislumbran con el temple, la formación, el arraigo y las agallas de Luis Humberto. El conservatismo pierde un líder indiscutido. La clase política uno de sus mejores cuadros. Cielo, su madre, un hijo entrañable. Su familia un padre, un esposo, un hermano amoroso. La sociedad un ser humano que marcó senderos, construyó caminos y ofreció servicios incuestionables. Sus amigos pierden un ser digno en el mejor sentido de la palabra.

Adiós Luis Humberto. Nunca militamos juntos ni recorrimos los mismos derroteros, pero siempre sentí, como muchos, su respeto, consideración y apreció. Gracias por siempre.

jueves, 19 de diciembre de 2013

LA VIGILANCIA NICHE

La modernidad creó el Estado. Luego la sociedad fundó el estado de derecho para establecer la supremacía de los derechos sobre los privilegios y para determinar el imperio de la ley con leyes con sentido humano opuestas a la bestialidad de penas, torturas y vejaciones. De tal forma que no primaran en la vida comunitaria las decisiones personales o caprichosas ni las acusaciones sin la carga de la prueba. Todo para garantizar la convivencia pacífica.
Para lograrlo, aparte de las leyes, se necesitaba quien las hiciera cumplir. Al Estado se le invistió de la legitimidad para usar la fuerza como monopolio. Se creó entonces la fuerza pública. Un ente público sujeto al estado de derecho. Garantista y proteccionista, nunca un cuerpo suelto y sin control. Este monopolio de la fuerza estaría pagado por la ciudadanía a través de los impuestos. Como tener la posibilidad de usar la fuerza podría degenerar en desmanes y abusos, se crearon mecanismos estrictos de control y vigilancia.
¿Qué quiere decir monopolio de la fuerza por el estado? De manera simple, que ningún ciudadano está facultado para hacer justicia por su propia mano, que está prohibido utilizar la fuerza de manera autónoma y discrecional. Sólo la fuerza pública está facultada para ello. A ella se debe acudir cuando se requiera y a la justicia como servicio público para los ciudadanos.
Colombia ha pagado con ríos de sangre, no entender lo anotado. Ante el crecimiento del delito y la ausencia estatal en las zonas rurales, las personas se organizaron para autodefenderse. Otros, también por falta del Estado, se armaron para exigir justicia social y supresión de privilegios. Ambas formas de organizaciones armadas, por fuera del Estado, utilizan la fuerza para convencer y obligar. Fueron financiadas por los ciudadanos, unos de manera voluntaria y entusiasta y otros obligados. Terminaron saliéndose de las manos de sus creadores y convirtiéndose en fuentes de delito y atropellos.
En Ibagué aparecieron unas personas, que argumentando ser desplazadas y con urgencia de trabajar, decidieron por cuenta propia convertirse en defensores de la ley y combatientes del delito. Varios comerciantes vieron con buenos ojos esta “abnegada” labor y la apoyaron con recursos financieros, logísticos y morales. Los recién llegados, ante la connivencia de civiles y algunas autoridades, hacen justicia, aplican la fuerza y violan derechos.
Este tipo de organizaciones son ilegales. No respetan ni garantizan los derechos de los ciudadanos que dicen proteger. No entienden del debido proceso. Abusan del poder que les da el uso no legítimo de la fuerza. No tienen quien los controle ni vigile, ni a quien rendir cuentas. Por buena apariencia que muestren, la experiencia ha demostrado que no son una solución al delito, ni al mejoramiento de la convivencia pacífica sino que con el tiempo empeoran la delincuencia y dañan la vida en comunidad.
Los ciudadanos debemos exigir que la fuerza pública actúe. Para eso les pagamos con nuestros impuestos. Ella está para nuestro servicio. Esa es la labor de un buen ciudadano. De ninguna manera tomar la ley en nuestras manos o contratar a un tercero para que lo haga.

Pd: Feliz navidad y próspero 2014 para todos y todas.

lunes, 9 de diciembre de 2013

ADICCIÓN AL CELULAR

Hace unos días, una estudiante le decía a unos compañeros con voz que sonaba aterradora, ¡que tragedia, me quedé sin batería en mi celular! Las caras de horror de los que la acompañaban me hicieron pensar que compartían el sentimiento de la chica. He visto amigos que suspenden actividades para  devolverse a casa para recuperar el celular olvidado. Es que en Colombia la cantidad de celulares en poder del público supera el número de habitantes.
En los jóvenes parece impensable que alguno no disponga de celular. Se ha llegado a límites insospechados: lo manipulan a toda hora no importa que sea en casa, en clase, en el parque, en el transporte público, en el carro de la familia, en la mesa y hasta en el baño, ya sea en videojuegos, en chat, tomando fotos, grabando conversaciones o situaciones para colgarlas en internet, escuchando música o simplemente comunicándose…
Un porcentaje alto de personas duerme con el celular conectado “por si de pronto lo llaman”. A la tercera parte de ellos a media noche le entran llamadas o mensaje que los despierta alterando su ritmo de sueño. No pueden pasar pocos minutos sin utilizarlo. En un banco, cuando hacen fila, mientras esperan en un consultorio o en una empresa de servicios, lo primero que hacen es sacar su móvil para llamar, escribir mensajes o jugar. Hasta caminando lo utilizan permanentemente.
Es innegable que este avance positivo de la tecnología, el celular, ha sido muy importante para la sociedad. Pero su mal uso puede causar problemas y daños. Uno se encuentra, por ejemplo, con un grupo de personas que van a almorzar y se sientan juntas a la mesa. En pocos instantes cada una tendrá su celular en la mano y de manera independiente se comunicará con otras personas. ¡Se reúnen para estar solas! Las conversaciones entre padres e hijos a la hora de las comidas o en sus vehículos particulares desaparecieron, porque todos van “conectados” por aparte.
Las cifras demuestran que el uso del celular mientras se maneja causa altos niveles de distracción y por lo tanto accidentes de tránsito. Sin embargo, no es sino salir a las calles y constatar el alto número de conductores que conducen hablando por su celular. Los acosos, intimidaciones y abusos también ocurren por celular. Está descrito el matoneo cibernético, en el que mediante mensajes de texto o llamadas, video o fotos de desconocidos insultan, provocan, chantajean o acosan. Incluso parejas han tenido problemas, porque el uso inadecuado e inoportuno del celular altera su comunicación.
En la actualidad el celular es parte de la indumentaria cotidiana. Es sinónimo de status social, por lo tanto hay que poseer el de última tecnología y actualizarlo frecuentemente para estar a la moda. Hay personas que piensan que no tenerlo es estar aislados, fuera del mundo y que es  imposible vivir así. Los ladrones lo primero que exigen es entregar el celular porque están seguros que toda persona tiene uno.
Esta adicción al celular, de forma paradójica, en vez de comunicarnos en muchas ocasiones nos aísla y separa. Una nueva enfermedad social a combatir.

www.agustinangarita.com

lunes, 2 de diciembre de 2013

LOS VIVOS Y LA CORRUPCIÓN
La corrupción es un cáncer que carcome las instituciones, no importa si son públicas o privadas porque la corrupción las ha permeado. Lo más grave es que también ha penetrado las conciencias de muchos ciudadanos quienes han asimilado la corrupción como algo normal y parte de su vida cotidiana. En el país creemos que los “vivos” son los que sobreviven. Y que al que se duerme, se lo lleva la corriente. Entonces la corrupción se opaca, casi desaparece, para dar paso a la viveza. Por lo tanto ya no se considera corrupto sino vivo al que aprovecha “oportunidades”.
Son vivos: los que evitan una multa de tránsito pasándole un billete al policía que va a castigar la infracción. Los que se ganan las licitaciones porque pagan para elaboran los pliegos y términos de referencia, y que el proceso inicie y termine en ellos. Los que ofrecen regalitos para acelerar las cuentas. Los que se dedican a criticar la corrupción para que les tapen la boca con un contrato. Los que suplantan su trabajo con palabrería o coqueterías sin resultados medibles. Los que a todo le ponen sobrecostos. Los que se llevan para su casa los objetos de la empresa, ya sean escobas, resmas de papel, lapiceros, barras de jabón, computadores, impresoras u otros. Los que cobran ya sea en dinero o en especie, dádivas para cumplir sus funciones. Los que se vuelan los topes electorales. Los que quieren colarse por los atajos. Todos estos vivos no se sienten corruptos ni que lo que hacen sea corrupción.
Por los boquetes que abre la corrupción se riegan grandes cantidades de dinero. Y esos recursos que se pierden son los que hacen falta para atender los enfermos en los hospitales; para arreglar las vías; para ofrecer préstamos blandos para organizar pequeños negocios, estudiar o mejorar parcelas; para construir viviendas de interés social; para hacer acciones y prevenir desastres; para construir escuelas, guarderías, parques, puentes, avenidas, muelles, muros de contención, iluminar polideportivos o espacios de participación…
Preocupa escuchar a políticos que dicen combatir la corrupción, pero como un mero discurso de campaña, porque en la práctica, en sus acciones, son tan corruptos como los que dicen combatir, perseguir y criticar. Pero la corrupción hay que derrotarla. Se necesita que los ciudadanos se convenzan que lo que unos se roban le hace falta a todos. Y que la corrupción genera atraso, miseria, delincuencia, inseguridad, prostitución y otros males. Que no se debe robar mucho ni tampoco poquito. Hay quienes consideran que el que roba de a poquitos no roba o que es un delito menor casi descartable y no preocupante.
Estamos en tiempo de elecciones, de promesas y propuestas. Los ciudadanos debemos reflexionar si queremos mantener lo que tenemos que a todas luces no es bueno, o trabajamos por mejorar lo que les vamos a heredar a nuestros hijos y nietos. Un mundo mejor es un mundo sin corruptos. A la hora de votar no piense de manera corrupta en qué le van a dar, sino de manera ciudadana, en cual es el candidato que es honrado, trabajador, conocedor de su oficio y que no prolongará la corrupción.