sábado, 19 de diciembre de 2015

MERITOCRACIA Y EXCLUSIÓN

Por estos días se ha puesto de moda el concepto de meritocracia. Algo así como el gobierno de acuerdo a los méritos. Tiene su origen en el excluyente concepto de la aristocracia que defendieron en la antigüedad Cicerón y Platón, entre otros. La aristocracia consistía en que el poder estuviera en cabeza de la élite intelectual, basada en sus conocimientos y estudios. Una manera de separar el poder de la masa inculta y no preparada.

En las democracias modernas, se habla de la movilidad social, con la idea que la educación sea la escalera que permita a los sectores populares moverse y acercarse a las altas capas sociales. Para hacer realidad la movilidad social, se busca que la meritocracia califique imparcialmente hojas de vida, para facilitar que algunos excluidos, pero bien preparados puedan acceder a espacios de poder. Con esto se pretende evitar que el clientelismo y la politiquería lleven gente inexperta a los cargos de gobierno. Y se establece la carrera administrativa para que personal que se ha capacitado y que tiene experiencia sea mantenida en el gobierno; porque lo usual es que cada nuevo gobernante llegue con su séquito y quiera pagar favores políticos con burocracia, más allá de que estén capacitados o no.

La meritocracia tiene sus problemas, y no de poca monta. La meritocracia aumenta la exclusión. A la hora de competir, los hijos de hogares adinerados y de clase social alta, tienen mayores posibilidades de estudiar en las mejores y más caras universidades, hacer postgrados fuera del país y aprender varios idiomas. De esa manera a los cargos públicos llegarán los hijos de las familias que siempre han detentado el poder. ¿O hay alguien que crea que, a la hora de comparar la hoja de vida académica de un hijo de los dueños del país, con la de un hijo estudioso de una madre soltera de un barrio pobre, este último tendrá iguales posibilidades?

Existen personas que creen que sus apellidos elitistas valen más que la preparación intelectual de cualquier joven habitante en barrio marginal. Esos, que se sienten aristócratas, huérfanos de poder, que quieren una ciudad a la medida de ellos, que creen que la cultura y el arte son para privilegiados y que a los pobres sólo les alcanza para folclor, guacherna y artesanía, es a los que se les encarga la labor de hacer la selección para la meritocracia. Ese sesgo ideológico y social, convierte en espuria la escogencia y en falsa la meritocracia.

Por otro lado, una hoja de vida no refleja la ética ni el compromiso con una ciudad y sus gentes. Y una experiencia en lo privado o en lo académico dista mucho de lo que se necesita para ser eficiente en lo público. La meritocracia puede tener su lado bueno, pero por si sola no combate el clientelismo, la corrupción ni la politiquería. No da eficiencia ni garantiza eficacia. Tampoco reduce la discriminación, la exclusión ni la invisibilización.
Este comentario no quiere ser un palo en la rueda para el gobierno municipal que arranca, solo una claridad social. ¡Ojalá que acierte y le vaya bien, porque con eso ganamos todos!

*Magíster en Ciencia Política

sábado, 12 de diciembre de 2015

CRISIS DE LA UT.

Los que llevamos mucho tiempo vinculados a la UT no tenemos memoria de una crisis tan grave, profunda y compleja como la que atravesamos. Es una crisis administrativa, económica, política, académica, cultural, social y ética. Tan grave es que se podría avizorar un cierre de la UT o una intervención por parte del gobierno nacional. Si bien la crisis es una sola, tiene matices, que intentaré mostrar:
Crisis Administrativa: diferentes estamentos universitarios han denunciado a la rectoría por el incremento de burocracia con la creación de nuevas oficinas y dependencias con onerosos presupuestos que lo único que realmente aportan es al crecimiento de la nómina y de los costos muy por encima de los ingresos. Esto lo ratificó la Contraloría General de la Nación.
No se han manejado de la mejor forma los conflictos laborales. Lo que trasluce son persecuciones a profesores y trabajadore, que le representarán nuevas erogaciones por demandas de los vituperados. 14 procesos contra docentes fueron perdidos por la UT pese a una abultada nómina de asesores jurídicos. Cuando el clima laboral es hostil el desgobierno crece.
No existe una clara gobernabilidad. Las facultades funcionan casi como islas autónomas sobre las que el rector tiene poco gobierno y manejo. Los decanos pueden argumentar proceder de procesos de elección popular, igual al rector, lo que les daría legitimidad y autonomía. Algunos subalternos obedecen más al jefe político que los ayudó a nombrar que al rector. Todo esto no permite trazar un rumbo conjunto y claro para la UT.
Crisis económica. El ABC de la economía enseña que no se debe gastar más de lo que ingresa. En la UT, esto se olvidó y el déficit viene creciendo y ahora se calcula en 30 mil millones de pesos. Se solicitó autorización para un crédito de tesorería por 10 mil millones, lo que posibilitaría pagar nómina. Pero es abrir un hueco para tapar otro. Al parecer se hicieron inversiones sin una planeación adecuada.
El rector negó permanentemente la crisis. Durante largo tiempo trató de ocultar el problema hasta que se hizo insostenible. Y luego se les echó la culpa a otros. El ABC de la lógica crítica enseña que lo que caracteriza la naturaleza de los procesos son las contradicciones internas. Las externas inciden, es verdad, pero no definen.
Crisis académica. El cierre reciente de programas por el no otorgamiento de registros calificados y la baja calificación de la UT en las evaluaciones nacionales del MEN ponen en entredicho la responsabilidad académica de las directivas universitarias. La producción intelectual de los docentes expresada en publicaciones académicas apenas llega al 10%.
Al lado de este problema hay que mirar el aumento del consumo y microtráfico de sustancias sicoactivas en el campus. Esto se está saliendo de control y se prefiere mirar para otro lado, o hacer discursos filosóficos frente a un cáncer que no para de crecer…
Crisis política. Para nadie es un secreto que el presupuesto y la burocracia de la UT son vistos por la clase política como un botín y un fortín. En la reciente campaña, decían los líderes del partido liberal, que aspiraban a ganarse 4 de las 5 grandes presupuestos oficiales de la región. Dejaban por fuera el Hospital Federico Lleras por estar intervenido, pero buscaban la alcaldía de Ibagué, la Gobernación del Tolima, Cortolima y la UT. Al final se dolían por perder la gobernación, que es la directamente implicada en los problemas de la UT. Esto deja ver a las claras el compromiso con la clase política de las directivas universitarias. Revise cada nuevo cargo y encontrará que es una cuota política.
Crisis de liderazgo. Son innegables las calidades académicas del rector. Pero también su poco liderazgo. Con los estudiantes se dedicó a la cooptación y a la desmovilización. Existe un corto circuito con las organizaciones sindicales, lo que impide buscar salidas concertadas y no autoritarias para la crisis.
A nivel regional la UT no lidera grandes proyectos de desarrollo, ni marca la pauta sobre los grandes temas que afectan o interesan a la región.
Crisis estructural. Desde la promulgación de la ley 30, la financiación estatal de las universidades públicas cojea. Los presupuestos indexados con el incremento del IPC son insuficientes. Pero estas universidades se han visto impelidas a aumentar la cobertura, a crear postgrados a investigar sin poder garantizar la calidad y menos los recursos. Es claro que la calidad educativa cuesta y en la UT no hay con qué financiarla.
Para superar esta crisis se han planteado dos salidas. Una, la renuncia del rector. Con esto se castiga una administración derrochona e ineficiente, pero no se supera el escollo. Un nuevo rector debe ser una persona que sepa de administración pública, que tenga relaciones sociales con el mundo de la política y que esté comprometido con la academia. Un buen académico no garantiza una buena administración y tampoco la UT puede ser autista si quiere incidir en lo regional.
Otra, es la propuesta oficial, de un ajuste fiscal en la que se castiga a los menos responsables y los que sí lo son, pasan de agache.
La solución debe involucrar el liderazgo del rector y la voluntad de todos. No sirven los atrincheramientos sindicales que enarbolan la bandera de no ceder ni una conquista. Ni en encerramiento directivo de mantener su clientela, que solo ha ayudado a empeorar la crisis. Los ánimos encendidos y los grandes discursos inflaman pero no ayudan a la reflexión y esta se necesita y mucho. Lo peor para la vida universitaria sería una intervención del MEN. Ese es el panorama.

*Catedrático Ciencia política y Maestría en educación