jueves, 27 de diciembre de 2012


TURISMO DEL CAMPO
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
El modelo económico en Colombia tiene características que son fácilmente detectables. Está diseñado para que el gran capital siga ganando. Para que los grandes comerciantes, la gran industria, los importadores y exportadores poderosos, los grandes latifundistas bien tecnificados continúen acumulando de forma exitosa. ¿Qué va a suceder con nuestros pequeños agricultores, con nuestros campesinos?
Para ellos el futuro es muy complicado. Para el caso de Ibagué, corresponden a una población que no pasa de los 35 mil habitantes, alrededor del seis por ciento de los ibaguereños, ocupando más del 85 por ciento del territorio. Viven en zonas aisladas y por el abandono secular del Estado, sus carreteables permanecen en malas condiciones. Eso encarece sus productos haciéndolos menos competitivos, además, hace más costosos los insumos. Cuando el TLC esté funcionando a plenitud, cuando de maíz y yuca, por ejemplo, nos inunden con bajos precios, la crisis se agravará. Ya el café sufre por los bajos precios en el exterior, la devaluación del dólar y la consecuente revaluación del peso. Los precios de los productos agrícolas en el mundo cada día son más bajos. La ruina del agro brilla en el horizonte y el desplazamiento masivo a las ciudades parece inevitable.
Los gobiernos, en general, no han entendido la profundidad de la crisis. Se dedican a pequeñas obras de caridad, que si bien en cierto dan uno que otro voto, no solucionan para nada los problemas. Regalan unas palas, unos kilos de semillas o abonos, unos cuantos alevinos y organizan una que otra fiesta campesina, y ya está. No se ven propuestas estructurales para enfrentar la crisis.
Tenemos fortalezas que no aprovechamos. Nuestro territorio es rico y diverso, lo que se constituye en un atractivo a disfrutar por turistas que quieran degustar la belleza del verde de nuestras montañas, lo cristalino de las aguas, la diversidad de cultivos y paisajes, además de la opción de conocer las tradiciones y cultura de sus habitantes reflejadas en expresiones musicales, trabajo cotidiano, gastronomía y costumbres ancestrales. Cualquier extranjero se cautivaría con la tranquilidad de nuestros campos, aprendiendo nuestros valores culturales, la autenticidad conservada por años de modos de trabajo y de los frutos y productos de una tierra generosa y bella.
Impulsar el turismo en lo rural es una posibilidad importante. Pero eso requiere la tutela y el apoyo del Estado. La experiencia enseña que hay que organizar primero a los campesinos para apropiar con ellos la idea. Son los jóvenes rurales, si se saben convocar, los llamados a guiar el proceso. Ellos pueden convencer a sus padres que el alojamiento en sus humildes viviendas es posible y que no se necesitan inversiones colosales. Con las organizaciones juveniles campesinas se estructuran los procesos de capacitación para decidir si el turismo será de descanso, ocio, esparcimiento o recreación; los tipos de atractivos del lugar; las clases de servicios y facilidades que se pondrían a disposición de los turistas; los tipos de actividades; la obtención de prácticas y destrezas; la aprehensión de conocimientos; la práctica de labores u oficios particulares, etc.
Las autoridades deben advertir sobre los impactos negativos, la conservación de la diversidad cultural y biológica y el respeto y promoción del ejercicio democrático de los derechos de la población anfitriona.  ¡En fin, se puede trabajar por el turismo rural!
FELIZ AÑO 2013 PARA TOD@S

jueves, 20 de diciembre de 2012


ESCEPTICISMO, AMISTAD Y NAVIDAD

Por los caminos de la vida me encontré con un ser humano, que en la medida que lo voy  conociendo, crece mi respeto y admiración por él. Me encanta su devoción por su padre y por su núcleo familiar. Tiene una sensibilidad aguda y multiversa. Como ser humano de mundo su sentido del humor es permanente y mordaz, con comentarios siempre oportunos, afilados y punzantes. Es un escéptico contumaz, como muchos.
Algunos dirán que su pesimismo nace de su conocimiento de la realidad. De esa realidad cruda que vivimos a diario. Me gustaría contar una anécdota que le escuche al periodista polaco, hoy bielorruso, Kapuscinski, un hombre que se destacó, entre otras, por su trabajo como reportero de guerra. Vivió los conflictos bélicos más terribles de los últimos años. Cuando le preguntaron qué buscaba un periodista con formación académica, en medio de los horrores de la guerra, él sin dudarlo contesto: busco la ternura, la solidaridad y la esperanza. No puedo dejar que los horrores me impidan ver los bellos actos de solidaridad que se ven en medio del drama. Siempre pongo en primer plano la esperanza, los esfuerzos incansables por sobrevivir, por mejorar, por cambiar. En segundo plano, dijo Kapuscinski, dejo los odios, las envidias, la tristeza y el dolor.
Creo, como el escritor mencionado, que otra sociedad es posible. Que si nos decidimos podríamos construir un mundo amable, justo, no violento, alegre y próspero. Estoy convencido que un mundo sin trampas, sin miseria, sin exclusión y con oportunidades no es una quimera. Cuando admiro los viaductos de las grandes avenidas y carreteras, cuando me asombro ante edificios, presas y maravillas arquitectónicas; cuando escucho a Paganini, a Bartock, los cantos goliardos del Carmina Burana de Carl Orff, a Piazzola, Pedro Guerra o a Silva y Villalba; cuando admiro a Kandinski, Miró, Obregón, el Bosco o Darío Ortiz; cuando me pasman los avances de la medicina, la electrónica, la genética, la aviación o las comunicaciones, siento la magia de la grandeza del ser humano.
Tanta inteligencia, tanta creatividad, tanto talento son ejemplos de amor por la belleza, por la justicia y por la vida misma en toda su dimensión. No es sino sentir los vórtices de alegría y candor de un niño jugando para descubrir que la vida vale la pena. Este debe ser el primer plano. En esto debemos creer. El mal existe, pero no es lo único.
En la Navidad celebremos un nacimiento. Si. El nacimiento permanente de la esperanza, de la bondad, de las ganas de vivir. El reverdecimiento de las amistades, la consolidación de los afectos de familia, el reconocimiento de solidaridades. Aprovechemos en estas fiestas de fin de año para que con natilla y buñuelos, con mistela y tamales, o con lo que cada uno decida, podamos brindar sin temor por la realización de nuestros sueños y esperanzas.
Amigo del alma, tus hijos y mis hijos, tus familiares y los míos, pero principalmente toda la gente que sufre, llora, pero no deja de luchar, no merece que bajemos las manos y le demos la espalda a la opción por la vida, por la belleza y la justicia. En estas fiestas siente mi mano solidaria extendida como una invitación a trabajar por otro mundo mejor, que te aseguro, es posible.
PD: ¡Feliz Navidad para tod@s!

jueves, 13 de diciembre de 2012



PARA LA CONVIVENCIA Y LA PAZ NECESITAMOS  RESPETO

Tremendo escándalo desencadenaron las declaraciones de un senador refiriéndose a las uniones entre parejas del mismo sexo. El ruido por la discriminación que hacía evidente no fue tan ensordecedor como el de los que aplaudían el suceso. Yo creo que más de la mitad de los colombianos apoyan los comentarios excluyentes. Colombia es un país que discrimina a los diferentes.
Si bien es cierto que la constitución establece que este es un país democrático y pluralista, fundado en el respeto de la dignidad humana y que las autoridades están instituidas para proteger la vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, y que todas las personas deben recibir el mismo trato de las autoridades, todo parece indicar, que esto es retórica, palabras escritas que en la práctica no se cumplen.
La homosexualidad ha existido desde siempre. No es un invento de la sociedad moderna. Los españoles cuando llegaron y descubrieron estas tierras, encontraron que en los aborígenes se practicaba. En la antigua Roma y en Grecia era común. No es una enfermedad ni una falta de hormonas. No se contagia como los virus o las epidemias. Es parte de una decisión autónoma y personal de la manera como los individuos construyen su sexualidad.
Hay gente que considera que si una pareja homosexual tiene contacto con un niño o una niña, asumirá ese comportamiento. Eso no es cierto. Las estadísticas dicen que toda sociedad heterosexual tiene en promedio un 10 por ciento de población homosexual.  Y que los hijos de comunidades homosexuales, en un 10 por ciento asumen como forma de vida el homosexualismo. Además, la mayoría de homosexuales son hijos de parejas heterosexuales, muchas de ellas, prestigiosas, bien educadas y creyentes. Luego no es el tipo de hogar ni la formación dentro de él lo que determina esta manera de ser.
Lo democrático, pluralista y fundado en la dignidad humana es respetar. Debemos entender y hacer parte de nuestra manera de convivir, que los demás son diferentes. Que la diferencia enriquece y que la uniformidad empobrece. Nadie tiene por qué gustarle los homosexuales. Pueden incluso incomodarle. Pero lo que no tiene es derecho a insultarlos, discriminarlos o perseguirlos. Usted puede, con todo derecho, exigir que no se metan en su vida. Pero tiene la obligación, el deber dirían otros, de no meterse en la vida de ellos.
Somos un país cargado de discriminación. Discriminamos a las mujeres, a quienes por el mismo trabajo, nivel de educación y tiempo de dedicación les pagamos un 35 por ciento menos de salario. Igual ocurre con lo afrocolombianos, indígenas, discapacitados, jóvenes, campesinos y población LGTBIA. Estas letras son una sigla que se utiliza como término colectivo para referirse a las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans, Intersexuales y Anorgásmicos. El término trans se refiere a los travestis, transexuales y transgéneros.

Así como debemos aprender a respetar en toda dimensión a las mujeres, no con palabrería como que son las reinas del hogar o lo que embellece la vida, tenemos que aprender a convivir con personas diferentes, con gustos distintos y comportamientos diversos. Ellos son humanos, son dignos y merecen todo nuestro respeto. La convivencia, el progreso y la paz pasan por superar esta talanquera que genera desconfianzas, odios y violencia.

viernes, 7 de diciembre de 2012


LEYES, TRAMPAS Y JUSTICIA
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Se dice que Colombia es un país de leyes. Que nuestra democracia cuenta como una de sus fortalezas el que contamos con una de las legislaciones más modernas y avanzadas del mundo. Recordando a Santander, a quien se le conoció  como el hombre de las leyes, se le denomina santanderismo a la manía de creer que con una ley superamos los problemas. Toda la creatividad de la que hacemos gala los colombianos queda expresada en el mundo ideal de la ley. En este horizonte inventado se superarían todas las dificultades. Es decir, este mundo imaginado resulta más importante que la misma realidad.
El santanderismo es la filigrana política que permite argumentar el sometimiento de la realidad a la ley o a la norma. Y de allí se vive en un mundo que no tiene nada que ver con esa realidad. Lo importante es la letra menuda, el inciso, la entrelínea, la coma, el paréntesis, el truquito, la maroma, la leguleyada. Esta fascinación por el derecho nos ha llevado a situaciones que parecen de mentiras: la ley es dura pero es la ley, no importa si comete injusticias…
En Colombia hay leyes, decretos, ordenanzas y acuerdos para todo, muchos son un canto a la bandera, porque no se cumplen, porque no son operativos o nacieron inservibles. Por ejemplo, la ley 190 de 1995, en el Régimen de los servidores públicos, específicamente en el artículo 13, dice que “Será requisito para la posesión y para el desempeño del cargo la declaración bajo juramento del nombrado, donde conste la identificación de sus bienes. Tal información deberá ser actualizada cada año y, en todo caso, al momento de su retiro.” ¡Esto no se cumple!
Si algo da risa son las normas de tránsito. Están escritas para no cumplirlas o para que las autoridades de tránsito las exijan cuando a ellas les plazca. En la ley hay prohibiciones para los peatones, y ordena que no pueden invadir la zona destinada al tránsito de vehículos ni circular en monopatines, patinetas o similares. Prohibición que casi nadie cumple. También ordena dicha ley que todas las motocicletas deben circular por la derecha, no en zigzag o en el carril izquierdo. Además, es infracción cruzar los semáforos en amarillo. Es obligación enseñar en escuelas y colegios normas de tránsito y de seguridad vial…
Hay normas que prohíben el expendio de pólvora, especialmente en las fiestas de fin de año. Acuérdese, en medio del cielo iluminado por la pólvora, de esta prohibición el 24 de diciembre y el 31 a las doce de la noche.
También hay normas para proteger el ambiente y otras que lo entregan para la explotación minera, o que consideran que un predio con bosque nativo es de menor valor que un lote deforestado convertido en un potrero. Hay normas para vigilar la higiene y calidad de los alimentos que se venden en la calle, que se incumplen. Hay leyes sobre inhabilidades que prohíben que los que tengan información privilegiada la utilicen en su propio beneficio, que nunca se cumplen pero que si aprovechan. Hecha la ley, hecha la trampa.
Recordemos, lo importante no es tener leyes y normas sino que exista una sociedad justa. Pero gracias a nuestra formación santanderista, tenemos muchas leyes, pero poca, muy poca justicia.