VOY A VOTAR POR LA PAZ
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Me gusta bromear con la gente. Es mi manera de ser. Subía por las
escaleras del centro médico donde trabajo y me encontré con un hombre que
caminaba con dificultad. De inmediato salto mi bromista innato y le dije:
¿Dónde metiste la pata? ¿Llegaste a viejo y sigues metiendo la pata? Entendiendo
la broma, se levantó la bota del pantalón y me dijo: pisé una mina quiebrapatas,
mostrando su prótesis. La vergüenza me dejó mudo.
Son miles los lisiados que ha dejado la guerra. No solo mutilados. Hay,
por cientos, ex combatientes que gritan desesperados de terror cuando queman
pólvora porque rememoran los bombardeos en la selva y los horrores de la
guerra.
Hace pocos años fui invitado a la posesión como alcalde de un amigo en
Casabianca. Viajamos varios en diferentes camperos. En el camino fuimos
interceptados por una columna de guerrilleros. Con portátil en mano revisaban
en sus bases de datos las identificaciones que nos exigían. Media hora nos
detuvieron y luego seguimos camino. La posesión fue en la plaza y con
celebraciones religiosas ecuménicas. Luego de la ceremonia hubo almuerzo
ofrecido por el alcalde. Decidí retornar temprano. Ya en carretera escuché
naves sobrevolar la zona. De pronto, como brotados de la tierra, decenas de
hombres, mujeres y niños con ojos desorbitados de terror, corrían buscando
ponerse a salvo de los bombardeos. Eran rostros de campesinos laboriosos que no
tenían nada que ver con la guerra. Una señora cargaba un niño herido. En su
cara se reflejaban, al tiempo, el pavor, el dolor, la rabia, el amor y la
desesperación.
Hemos crecido y vivido en un país en guerra y nos hemos acostumbrado a
sus horrores. Como la guerra ha sido marginal, en los campos alejados y
afectando a pobres, la indiferencia y la apatía han pelechado. Pero el espíritu
bélico se mantiene. Queremos hacerle la guerra al analfabetismo, a la miseria,
al dengue, al aborto, al comunismo, a los ateos, a la guerrilla… Admiramos a
los guerreros. A los pacifistas los miramos con desprecio, en el fondo los
creemos pusilánimes, cobardes, derrotados de antemano.
En esta campaña política a la presidencia está en juego la posibilidad
de la paz. De los cinco candidatos, dos apoyan decididamente la paz y tres
veladamente la guerra. De los que apoyan la paz, la candidata Clara López, si
bien tiene una bella publicidad, no le alcanzarán los votos. Pañalosa, Zuluaga
y Ramírez dicen querer la paz, pero la de los cementerios. Su propuesta es de
más guerra. Santos es el hombre de la paz.
Es el momento de mirarnos a los ojos, como me miró el hombre sin
pierna cerca de mi consultorio. Sin rodeos ni odios me dijo: doctor, hay que
parar esta lluvia de sangre y horror. Los inocentes pagamos por esta guerra un
precio muy alto. Los hijos de los generales y de los grandes señores no van a
la guerra. Están dispuestos a pagar la libreta militar de sus hijos con tal que
no vayan a la guerra. Pero quieren que siga con los hijos de los demás. ¿Usted
quiere la guerra?
@agustinangarita