CONSULTAS LIBERALES Y LA DEMOCRACIA
El Tolima e Ibagué han sido de
tradición liberal. En épocas de Alberto Santofimio, de las seis curules a la
cámara el partido liberal obtuvo 5 y dos al senado. En 1990 para cámara el
partido liberal obtuvo el 60.2% de los votos con 180.548 frente a 104.742 de
los conservadores con el 34.9 de los sufragios. En contraste, en las últimas
elecciones para senado el liberalismo sacó 64.448 votos sólo un 13.94%. En
cámara el resultado arrojó 72.690 votos con un escaso 15.73%.
Los liberales podrían argumentar
ante estas cifras dolorosas pero contundentes, que otros partidos, como el
Conservador, también están en crisis. Si se mira con detalle, la crisis de
liderazgo liberal es evidente. El partido se redujo a pequeñas empresas
electorales, casi siempre de familia, que lo fueron despedazando en islitas con
apellido. Ser liberal dejó de ser una postura intelectual, filosófica y
política. El partido nunca fue una organización estable apoyada en una ideología,
con conceptos claros que guiaran su accionar político, sin interpretaciones
propias y concisas de la realidad y sin soluciones de fondo a los problemas de
la sociedad. Era más bien una agrupación
de intereses para ganar elecciones y obtener el poder para unos pocos.
Ante la orfandad de ideas,
propuestas, compromiso y responsabilidad, muchos liberales migraron hacia otros
partidos y otros simplemente decidieron abstenerse. Algunos dirigentes
nacionales se pusieron a la tarea de tratar de recuperar el lastimado partido.
En su diagnóstico afloró lo que todo el mundo sabía: alejamiento de las bases,
falta de canales de comunicación, de expresión y participación. Surgieron
entonces, diversas salidas. Una de ellas, la ampliación de la participación de
los ciudadanos para ampliar y profundizar la democracia. De allí brotó la idea
de realizar consultas populares. Para los dirigentes de antiguas costumbres
esto permitiría la intromisión de intereses fuera de su élite y les limitaría
el poder que por tantos años habían detentado. Para otros las consultas
modernizarían y revitalizarían el partido.
Hoy el debate de las consultas
está sobre la mesa. Si se permiten, la renovación va a seguir empujando las
puertas para abrirle el camino a nuevas prácticas, a nuevas generaciones y a
otras maneras de entender los problemas y de dar soluciones. Para los
dirigentes tradicionales sería ver impávidos como su ocaso político se acelera.
Por eso han decidido no permitir las consultas y volver atrás. Que los conciliábulos
entre sus cúpulas retomen las riendas para volver por los causes tradicionales.
Que la obediencia retorne y los candidatos abrecen la mansedumbre, la docilidad
y las genuflexas maneras. Que solo ellos pueda decidir porque la decisión entre
muchos es peligrosa…
Es verdad que esto no solo pasa
en el Tolima y en Ibagué. La vieja dirigencia liberal ruge con dientes afilados
para aferrarse al poder. Pero en otros partidos el autoritarismo, la
manipulación y la exclusión también están
al orden del día. La inquietud es esta ¿cerrar las puertas a la participación
de nuevas generaciones y actores no contribuirá a desinstitucionalizar el
partido, a aumentar la apatía, la incredulidad y la desesperanza?