domingo, 22 de febrero de 2015

CRISIS DE LA POLITICA Y SU ALTERNATIVA

¿Es posible que la política, tan criticada y desprestigiada, pueda refundarse y convertirse en una esperanza, en una puerta de oportunidades y posibilidades para los ciudadanos? ¿Será posible que la politiquería, odiosa práctica del atajo y la viveza, sea desterrada y la política renazca desde sus ruinas? ¿Cree posible que la política vuelva por las sendas del bien común, respeto por lo público, responsabilidad con la ciudadanía y solidaridad social? ¿Será posible que la política sea guiada por las ideas, propuestas y sueños realizables y no por los ríos de dinero, las recomendaciones o los lazos de familia?
¿Podrá la política ser un proyecto colectivo, democrático, flexible, creativo, dinámico, incluyente y cargado de sentido? ¿Será que los individualismos y egoísmos que hoy caracterizan nuestra sociedad podrán ser aplacados por la solidaridad y la cooperación ciudadana guiadas por la política y no por la politiquería? ¿Podremos desterrar la compra de votos, los chantajes económicos o sexuales de los gobernantes a contratistas y empleados? ¿Será la corrupción consustancial a la política o podrá existir una práctica donde prime la transparencia, la inclusión, se respeten los méritos, la experiencia, el conocimiento y la responsabilidad? ¿Podrá la política evitar que lo urgente impida ver lo importante, que las decisiones obedezcan a procesos concertados, bien planeados, con impacto social y regional?
La politiquería y sus practicantes han constituido un férreo cerco de exclusión en torno a los ciudadanos, y tratan de demostrar que fuera de su estrecho círculo ningún proyecto será exitoso. Generan desconfianza en modelos alternativos e imponen la idea que todo debe seguir igual.
¡Mientras tanto crece la pobreza, la miseria, la segregación, el empleo informal, los embarazos tempranos, las madres cabeza de familia, drogadicción, violencia intrafamiliar, abusos sexuales a menores, prostitución y delincuencia, todo de la mano con la concentración del poder, de la riqueza y los privilegios para pocos! A la par crece la indiferencia, la apatía, la desconfianza, la desmovilización, la desesperanza, el marginamiento y el pesimismo.
No podemos quedarnos sentados a la vera del camino refunfuñando por las injusticias e inequidades mientras crece la riqueza para algunos y la pobreza para muchos. Es tiempo de actuar. De decir creo y actuar ya, sin prisa pero sin pausa. La unión hace la fuerza y la persistencia logra los grandes avances y desarrollos. Con pesimismo no se construye futuro. Hay que trabajar con esmero para volver a creer. Pese a la oscuro del camino, en el fondo brilla la esperanza. Para superar tanto dolor e injusticia es casi obligatorio el optimismo. Hay que volver a soñar. ¡Estoy seguro que esto se puede cambiar!

Estrechemos nuestras manos, juntos podemos hacer que estos sueños se conviertan en realidad. Unidos podemos hacer de la política lo que debió ser siempre: una propuesta de dirección para buscar que las aspiraciones colectivas se realicen y se encaucen por el bien común, la prosperidad y el desarrollo. ¡Es tiempo de inclusión, de optimismo, de oportunidades, de posibilidades, es tiempo de esperanza! Es el momento de creer, el momento de crear, para que las cosas pasen…

lunes, 16 de febrero de 2015

MISERIA Y DOLOR
Estaba muy nerviosa. Parecía que fuera su primer día. Mejor, su primera noche. De eso ya han pasado unos años. Atrás, en la memoria, había quedado la salida atropellada de su pueblo, dejando a su pequeño hijo al cuidado de los abuelos sin explicaciones ni cómo rastrearla, y  las múltiples inyecciones que le aplicaron para secar la leche que aun brotaba generosa de sus senos, en el trabajo que consiguió después de golpear muchas puertas por varios días. Allí le modificaron la edad en sus papeles para ocultar que era menor de edad, le pusieron abundante maquillaje con ropa ajustada y brillante. Alguien en el trabajo fue encargado de enseñarle las artes del amor, lo que no hizo a cabalidad aquel agente de policía que la enamoró y la embarazó antes de partir trasladado a otro lugar desconocido y distante.
No entendía por qué, pero las manos le sudaban profusamente y el corazón parecía no saber cómo acomodarse a su pecho. Podría ser un efecto raro del guayabo. A lo mejor de la cripy consumida anoche.
Los hombres entraban y se acomodaban en las mesas. Ella, en la penumbra, los observaba desde lejos. El tiempo la había acostumbrado a este trabajo. Ya no tenía que disimular el asco ni las arcadas. Las lágrimas acudían ahora menos cuando atendía mal olientes clientes que pagaban bien, pero que no gastaban en aseo. Aprendió a drogarse para sobrevivir la dura tarea diaria de escuchar lamentos, inventar historias, besar sin gusto, acariciar sin deseo, gemir sin ganas, moverse de manera experta y hacerlos sentir como bravos toros de faena. Los clientes siempre tienen la razón y sus quejas podrían hacer que le impusieran multas o castigos.
Ya no piensa mucho en su desventura, el dinero que gana le permite ciertos lujos y enviarles algo a sus padres para la crianza del hijo que casi no ve y que ya va a la escuela.
Un tipo la vislumbra e invita a su mesa. Pone su mejor sonrisa y camina hacia él con un sensual bamboleo de caderas. Está con unos amigos y la mesa tiene una botella a medio llenar y varias copas escanciadas. La hace sentar a su lado mientras su manaza le aprieta las nalgas. Disimula no haber sentido. Pide un coctel, que por hacerlo gastar, vendrá acompañado de una ficha que ella cambiará por dinero. Brindará para que desocupen las copas y de inmediato volverá a llenarlas. Otra botella pedida le producirá nuevas entradas.
Espera que su aliento no apeste ni la trate con violencia. El último cliente la insultó y la maltrató por todos sus rincones. Aún siente dolores. Sería una delicia que fuera precoz y se durmiera pronto. Hay que darle más trago. Aspirar una línea porque la noche es joven y pronto llegarán otros clientes. Pedir más cocteles. Que la rabia no derrita la sonrisa. Unos bailan. Ya no sudan sus manos, calma el tamborileo cardiaco. El volumen de la música la abraza y tambaleante su acompañante se empieza a desvestir mientras ella guarda el dinero del pago y cierra la puerta de la habitación…

domingo, 8 de febrero de 2015

DESAGRADECIMIENTO Y POLÍTICA

Mi madre me enseñó desde niño que el desagradecido no tiene sino un defecto, porque con ese los tiene todos. Me formó en la convicción que cuando se recibe un favor hay que mirar fijamente a los ojos del dador y decirle desde el alma ¡gracias! Me explicó que la diferencia entre vivir con el alma llena o vacía es el agradecimiento. Aprendí entonces, que la ingratitud no es como el trueno que asusta sino como el rayo que mata, que hace daño, que lastima corazones y hiere conciencias.
Marín Lutero decía que existían tres perros muy peligrosos que cuando mordían dejaban graves heridas y muy profundas: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Hay personas que reúnen en ellos a los tres perros y son, por lo tanto, terriblemente peligrosas: soberbias,  envidiosas y desagradecidas.
Existen personas a quienes se les da lo que pidan, todo lo que requieren, pero el día en que no se les puede dar algo nuevo que piden, sólo se van a acordar de lo que no se les dio y usted pasa de benefactor a villano. Son los desagradecidos. ¿Será por eso que el refrán popular dice que de desagradecidos está el infierno lleno?
En la Biblia se puede leer una recomendación: has el bien y no mires a quien. Es decir, invita a dar sin esperar nada a cambio. Invita a darse de manera íntegra y sin aguardar contraprestaciones. La cultura, que nos imparten desde el hogar y en la cotidianidad, nos enseña a expresar sin recato el agradecimiento por la que se recibe, por lo que nos dan. Nos enseñan a dar las gracias y a vivir ese bello sentimiento del agradecimiento.
Los aceleres de la vida moderna han modificado las costumbres. Hoy no es habitual saludar, ni sonreír y menos dar las gracias. Eso debe ser lo que le está pasando a la política que en su afán por modernizarse ha tomado para sí estas costumbres. Muchos políticos sólo saludan y sonríen cuando están pescando votos, cuando están en campaña. Luego  de obtener lo que querían, vuelven a los rostros adustos o mal encarados, a las actitudes soberbias y a las miradas de envidia. Ya no les preocupa agradecer nada ni a nadie.
Los egos en la política tienen caracteres superlativos.  Es posible que por tal motivo piensen que todo lo merecen, que en ellos los ojos del mundo están fijados o que en ellos converge la virtud, la inteligencia y la capacidad. Guiados por su megalomanía no tienen quien los llene, solo admiten lisonjas, loas y ditirambos. Exigen sin parar sin estar dispuestos a dar nada, ni siquiera las gracias.

Publio Ciro, decía que los políticos desagradecidos le hacen daño a todos los que necesitan ayuda. Cargados de defectos los desagradecidos o desagradecidas no generan confianza, ni merecen creerles. Si usted los o las escucha despotricando de quienes han sido sus amigos, aléjese, son personas de mal espíritu, su soberbia y envidia las transforma en desagradecidas. Si se mete con ellas, le aseguro que les sale a deber…