jueves, 30 de mayo de 2013

OPINION, VERDAD Y CALUMNIA
Según el filósofo griego Parménides, el que busca el conocimiento debe distinguir el camino de la verdad del camino de la opinión. Este último sería un camino fácil, sin esfuerzos, sin mayores trabajos. Para Platón la opinión o doxa, era un conocimiento engañoso o falso. Lo contrario, el conocimiento verdadero, debía transitar por el sendero del esfuerzo, la dedicación, la contrastación y la verificación. Este sería la episteme.
El mismo Platón, en uno de sus famosos diálogos, en el Teeteto, dice que la ignorancia es una llenura, no un estado de carencia o vacío, en el que la persona se siente pletórica de opiniones en las que confía de manera desmesurada. Para Platón la ignorancia es el dominio generalizado de la opinión.
Para superar este estado de llenura o de ignorancia, los griegos utilizaban la paideia, base que constituía la educación para que los estudiantes fueran verdaderamente humanos. Por este medio se ascendía al conocimiento verdadero o episteme.
Lo anterior indicaría que para tener un conocimiento verdadero se debe indagar sobre un tema, llenarse de información, analizarla, procesarla, discutirla y decantarla. Lo que aún así no exonera de equivocaciones.
En nuestro medio ha hecho carrera que algunas personas utilizan los medios de comunicación masiva para expresar sus puntos de vista. Este es un derecho y es algo respetable. Ocurre que, en algunas ocasiones, lo hacen para expresarse sobre personas o hechos. Y lo hacen desde lo que les parece, desde lo que se les ocurre, desde lo que les cuentan. Es decir, simples opiniones. De esta manera pueden poner en tela de juicio la honra, la dignidad y honestidad de seres humanos. Entonces el punto de vista se reduce a la opinión, al saber falso y engañoso. Pero lo más grave, se constituye en una calumnia o en una injuria.
Como demócrata defiendo a muerte la libertad de expresión. Creo en la opinión pública. Como lo dice Habermas, como expresión pública de individuos autónomos, con capacidad de raciocinio, con criterio propio y capacidad de juzgamiento leal de los asuntos. Pero la libertad de expresión no puede encubrir la pereza por constatar los hechos que se comentan, el llenarse de motivos y argumentos. El que opina tiene que asumir la responsabilidad sobre lo que expresa. No puede escudarse en su libertad para decir mentiras sobre lo que le interesa.
Emir Sader recomienda a los usuarios de los medios de comunicación que ante tanta manipulación de la información, que lo único válido es no dar nada por establecido, nada que valga como argumento de autoridad, desconfiar y desconfiar, buscando verificar con cabeza propia y no por lo que informan esos medios. Manipular la información es un delito.

Si una persona haciendo uso de su libertad de expresión, irresponsablemente se reduce a sus opiniones, se expone a que los agredidos hagan uso de las herramientas legales que les protegen su honra, dignidad y buen nombre. No se puede acabar con la honra de las personas porque a cualquier fulano le parece opinar sin medir consecuencias. Tampoco hay excusas que valgan. Su irresponsabilidad debe ser castigada con el peso de la ley. Así como todo derecho va de la mano de un deber, la libertad se debe aparejar con la responsabilidad. Un verdadero ciudadano responde por sus actos.

viernes, 24 de mayo de 2013

JUSTICIA Y HONOR
La justicia es un servicio público. Una democracia, para que sea sólida y estable, necesita una justicia eficiente. En Colombia, la creación de la Fiscalía, le entregó al estado la carga de la prueba ante todo litigio penal. Es decir, es el estado el responsable de acusar y aportar las pruebas en contra del presunto violador de la ley.
Una vez reunidas las pruebas, dentro de unos términos fijados de antemano, la Fiscalía ante un juez de la República, acusa por un delito al presunto responsable. Se inicia el juicio y el acusado tiene derecho a su defensa. Para nuestro sistema todo ciudadano se presume inocente. Lo que significa que si la Fiscalía no es capaz de probar que el acusado cometió un delito, el juez debe hacer primar la presunción de inocencia y exonerarlo de cargos. Además, como el acusado tiene derecho a defenderse de las acusaciones, puede controvertir todas las pruebas que lo acusan y aportar elementos que solidifiquen su inocencia.
El juicio es una pugna de elementos racionales entre el ente acusador y el acusado y su defensor frente a un juez que debe ser imparcial. Al final del juicio, el juez dictará su sentencia dejando libre al acusado por falta de pruebas o porque probó su inocencia o lo condenará porque sopesando las pruebas considera que es culpable. Las penas están ya establecidas entre unos rangos.
Cuando una persona es condenada no sólo pierde su libertad sino que temporalmente se le restringen sus derechos civiles. Al ser condenado a pena privativa de la libertad, es sustraído del lecho familiar y se le aparta de sus seres queridos, amigos y de la ciudadanía en general. En la cárcel deberá expiar sus culpas. La ley prevé los casos en los que la resocialización del condenado amerita rebajas de penas.
En general, una persona es vencida en juicio y condenada a la cárcel cuando debe pagarle a la sociedad por un delito cometido. En el país está prohibida la cadena perpetua, por lo que todos los castigos tienen límite. La privación de la libertad es un castigo duro, en el que la sociedad castiga a sus ciudadanos que han infringido las normas de convivencia. Cuando una persona cumple su castigo y retorna a la libertad, es porque saldó su deuda con la sociedad. Por lo tanto, le devuelven algunos derechos suprimidos y se le invita a retornar a la sociedad como ciudadano de bien, que ya no tiene cuentas pendientes.
Si todo lo anterior es verdad, no entiende uno como algunas personas se empecinan en zaherir o sosañar a seres humanos que recobran su libertad después de tristes periodos en la cárcel. Si el que salió de su reclusión está a paz y salvo con la sociedad y la justicia, debe respetársele su derecho a rehacer su vida, a retornar a su hogar y al calor de su familia sin someterlo al escarnio, quizá por odios o rencillas del pasado.

No conozco  a muchos de los que han purgado penas en la cárcel. Pero me incomoda que ahora que están libres, después de cumplir con sus obligaciones con la justicia y la sociedad, algunos se dediquen escarbar heridas e inflamar odios con intereses oscuros. Todo ciudadano tiene derecho a recuperar su buen nombre y mantener su honor.

domingo, 19 de mayo de 2013


VIVA LA GUERRA
Su rostro estaba perlado de sudor. Rezumaba como manantial. Sus ojos desorbitados parecían haber visto al mismo demonio. Tapaba con sus manos los oídos. Parecía no querer oír algo que lo espantaba. Su cara descompuesta, húmeda y pálida reflejaba horror y lástima. En el trasfondo se sentía un ser humano impotente, pidiendo ayuda. Súbitamente, se paró de su silla y empezó a caminar en círculos sin tranquilizarse. Miraba hacia los rincones con desconfianza, pero no se atrevía a asomarse a la ventana. Luego se tumbó en el piso, escondió la cara entre las manos y rompió en llanto. Sus familiares corrieron a ayudarlo.
Esta escena se repetía día tras día. Las noches eran interminables. Tanto él como su familia recorrieron el calvario de pasar por múltiples oficinas y dependencias sin encontrar solución a su problema. Si las promesas fueran monedas de oro, estarían millonarios. La paciencia hace rato venció sus límites. La esperanza partió hace tiempo y perdió su rumbo. Sus antiguos jefes ya no quieren saber de él.
El teniente C fue un muchacho aventajado. Desde niño mostró inclinación por la vida militar. Aunque en su familia no había historia castrense, al terminar con honores su bachillerato, escogió sin titubeos el camino de la carrera militar. Allí se destacó. Era valiente, arrojado, disciplinado, comprometido. Los compañeros lo respetaban y algunos lo envidiaban por el reconocimiento que con trabajo se había forjado. Cuando se graduó, solicitó que lo enviaran a la zona de combate. Anhelaba mirar de frente el peligro, domeñar a los enemigos y servir a la patria. Pronto se hizo merecedor de menciones y medallas.
La guerra no es un juego. Está llena de peligros y dificultades: la oscuridad es terrible y el silencio ensordecedor. El valor es citiado por la acechanza. En medio de la manigua se sentía permanentemente espiado y con los nervios tensados a la espera del ataque enemigo. Una cosa es estar a la ofensiva con el enemigo identificado y ubicado. Otra, caminar por senderos desconocidos, escabrosos, insanos, cargados de riesgos y amenazas.
Una noche, mientras guiaba por la selva a su tropa, sintió que su pecho se henchía y que su corazón se amotinaba. El aire empezó a faltar y sus pensamientos se atropellaban sin definirse. Las imágenes de sus compañeros heridos y mutilados, los rostros de sus amigos muertos y destrozados, los rictus de los cadáveres de los enemigos que más que una mueca semejaban un reclamo, se le agolparon obnubilando sus sentidos. Y salió a correr. No paró en toda la noche. Sus soldados lo buscaron. A los dos días lo encontraron, semidesnudo, agazapado y delirante. Algo había estallado en su mente…
En la ciudad, los galenos diagnosticaron paranoia de guerra. Prometieron que la pensión por incapacidad mental, al retirarlo de los campos de combate, poco a poco le retornaría la calma. Pero no ocurrió. Visitó, con su familia, a casi todos los psiquiatras y psicólogos de su seguridad social sin resultados. Luego optaron por médicos particulares. A la par rezos, agüitas y sanaciones. Nada.
Hoy, veo salir de mi consultorio, arropado por el amor de su familia, a un héroe de la patria que dejó su salud mental y su juventud en esta guerra infame que algunos se obstinan en mantener.
@agustinangarita

jueves, 9 de mayo de 2013


IN MEMORIAM ROSA ELVIRA CELY

Este domingo celebramos el día de la madre. Es una fecha en la que se habla de las bondades de esa mujer que nos trajo al mundo y cosas por el estilo. Valdría la pena reflexionar sobre algunas cifras que tienen que ver con las mujeres.
En el 2004 Medicina Legal registró 32.208 casos de mujeres maltratadas por su pareja. En el 2005 los casos aumentaron a 39.734. Al año siguiente, creció la cifra a 41.384. En 2007 fueron 46.487 y en  2008 casi 47.000.
Según encuesta de El Tiempo, el 84% de las mujeres víctimas de la violencia han sentido miedo de denunciar su agresión. Sólo el 12% ha visto judicializado su caso y el 97% de las mujeres víctimas creen que su caso quedará en la impunidad. Cuando se les preguntó a las mujeres que han sufrido en carne propia la violencia si creen que los medios de comunicación saben manejar el tema de la violencia, 100% creen que no. Además, el 98% de las  mujeres considera que su vida laboral se ha visto afectada por haber sido víctima de la violencia. En casi el 70% de los casos el agresor es una persona conocida.
Según Profamilia,  cada 15 segundos una mujer es afectada por la violencia. El 12% de las mujeres en alguna ocasión ha sido violada por su esposo o compañero
Según cifras de la Fundación Plan, en nueve de cada diez casos de violencia intrafamiliar, la víctima es la mujer, cada seis días una mujer es asesinada por su cónyuge y una de cada cinco niñas ha sido abusada sexualmente.
Entre el 2010 y el 2012, Medicina Legal, registró un incremento del 12% en la violencia contra  mujeres. Cada día los casos son más dolorosos. Como las mujeres a las que se les destruye el rostro por los cada vez más frecuentes y horrorosos ataques con ácido. Ateniéndonos a los datos que ofrece El Tiempo, cada 6 horas, una mujer colombiana es abusada por causa del conflicto armado. En promedio son 245 mujeres diarias las que sufren algún tipo de violencia. Entre el 2001 y el 2009 fueron más de 26.000 las mujeres que quedaron embarazadas a causa de violación y casi 400 mil fueron abusadas.
En el Departamento de la Prosperidad Social se registran casi dos millones de mujeres desplazadas y de ellas, el 30% salió de sus hogares por violencia sexual y el 25% volvió a sufrir abuso en los lugares de refugio.
El caso emblemático reciente de violencia contra las mujeres es el de Rosa Elvira Cely, quien fue brutalmente violada y abusada y luego abandonada en un parque en Bogotá y murió a causa de los destrozos internos que sufrió. Si bien es cierto que el asesino confesó y fue condenado, el problema de la violencia contra las mujeres sigue latente y creciendo.
El mejor homenaje a las madres, para que la vergüenza social no nos abrume, es reflexionar en familia sobre lo equivocado que es pensar y comportarnos como si los machos fuéramos fuertes, inteligentes, poderosos y dueños de la razón. Que los machos necesitamos encontrar a alguien a quien proteger y mantener. Que los niños no lloran y que los hombres somos los que tenemos el poder en el hogar…

sábado, 4 de mayo de 2013


EL ADULTO MAYOR QUE LLEVAMOS DENTRO

La sociedad actual presenta elementos que son bastante contradictorios. Por un lado se habla de proteger a los niños y por otro se los abusa sexualmente, se los obliga a trabajar o se los margina de posibilidades reales de estudio y protección familiar y social. Igual ocurre con las mujeres a quienes se dice querer, admirar y respetar, pero en la práctica, sufren todo tipo de discriminaciones, vejámenes y violencias.
Existen otros aspectos también contradictorios. Una sociedad tiene que ser muy poco sensible para abandonar a las personas que ya han superado la edad madura. Son los adultos mayores. Si bien es cierto que la juventud es reconocida como un tesoro, la experiencia o el conocimiento acumulado son, prácticamente desechados. Duele ver ancianos abandonados, botados a la calle, sobreviviendo de la limosna o la caridad pública. O a unos viejitos que los recogen y los abandonan en un hospital. Allí, sufriendo sus quebrantos de salud, en silencio padecen su soledad. Y esto pasa en todos los estratos sociales. Los que tienen con qué pagar, los llevan a hogares geriátricos, para que sean otros los que, por una cuota mensual, se encarguen de su cuidado. Los que tienen menos recursos económicos, en ocasiones les disponen unas habitaciones en lugares apartados, oscuros y poco ventilados, donde no estorben ni molesten.
Al parecer se nos ha olvidado que todos, absolutamente todos, llevamos en nuestra esencia, en nuestra naturaleza, en nuestra biología, un adulto mayor en potencia. Es decir, todos vamos para viejos. Cada día que pasa crece en nosotros el adulto mayor que llevamos dentro. Como esto pueda que lo sepamos, pero parece que no lo recordáramos, vemos a diario chistes y ridiculizaciones sobre los ancianos. Nos burlamos de su caminar cansino, de su hablar pausado, de sus frecuentes olvidos, de su precaria habilidad, de sus achaques…
Ellos no son un estorbo, ni son pasivos ni tampoco inútiles. Son seres humanos que han alcanzado una etapa de su existencia social como personas. Merecen el amor, el respeto y el apoyo de su entorno familiar, de la sociedad en su conjunto y del estado. La dignidad humana de las personas no declina con la edad. Por eso es importante hacerles conocer los beneficios que la ley les entrega y facilitarles todos los mecanismos necesarios para que reclamen sus derechos cuando les sean vulnerados. Se debe velar por su salud y condiciones vitales, por su formación y capacitación, por su correcta alimentación, por su visibilización, reconocimiento y rehabilitación.
En el adulto mayor reposa la memoria histórica de nuestra sociedad. Por eso se debe incentivar su interacción con niños e instituciones educativas. Se les debe dar siempre atención preferencial en todos los sitios y los desarrollos urbanísticos deben tenerlos en cuenta. La protección del adulto mayor debe ser integral, pero lo que debe guiarla es el amor, el respeto y la solidaridad.
Qué bueno que  muy pronto esta ciudad se pueda preciar de tener los adultos mayores más felices y protegidos de Colombia. La seguridad de los adultos mayores es un asunto en el que cada uno tiene que poner de su parte. Al estado hay que exigirle, pero nosotros debemos dar. No hay que esperar a que empiecen los otros, debemos iniciar ya, sin titubeos, con decisión.