OPINION, VERDAD Y
CALUMNIA
Según el filósofo griego
Parménides, el que busca el conocimiento debe distinguir el camino de la verdad
del camino de la opinión. Este último sería un camino fácil, sin esfuerzos, sin
mayores trabajos. Para Platón la opinión o doxa, era un conocimiento engañoso o
falso. Lo contrario, el conocimiento verdadero, debía transitar por el sendero
del esfuerzo, la dedicación, la contrastación y la verificación. Este sería la
episteme.
El mismo Platón, en uno
de sus famosos diálogos, en el Teeteto, dice que la ignorancia es una llenura,
no un estado de carencia o vacío, en el que la persona se siente pletórica de
opiniones en las que confía de manera desmesurada. Para Platón la ignorancia es
el dominio generalizado de la opinión.
Para superar este estado
de llenura o de ignorancia, los griegos utilizaban la paideia, base que
constituía la educación para que los estudiantes fueran verdaderamente humanos.
Por este medio se ascendía al conocimiento verdadero o episteme.
Lo anterior indicaría que
para tener un conocimiento verdadero se debe indagar sobre un tema, llenarse de
información, analizarla, procesarla, discutirla y decantarla. Lo que aún así no
exonera de equivocaciones.
En nuestro medio ha hecho
carrera que algunas personas utilizan los medios de comunicación masiva para
expresar sus puntos de vista. Este es un derecho y es algo respetable. Ocurre
que, en algunas ocasiones, lo hacen para expresarse sobre personas o hechos. Y
lo hacen desde lo que les parece, desde lo que se les ocurre, desde lo que les
cuentan. Es decir, simples opiniones. De esta manera pueden poner en tela de
juicio la honra, la dignidad y honestidad de seres humanos. Entonces el punto
de vista se reduce a la opinión, al saber falso y engañoso. Pero lo más grave,
se constituye en una calumnia o en una injuria.
Como demócrata defiendo a
muerte la libertad de expresión. Creo en la opinión pública. Como lo dice
Habermas, como expresión pública de individuos autónomos, con capacidad de
raciocinio, con criterio propio y capacidad de juzgamiento leal de los asuntos.
Pero la libertad de expresión no puede encubrir la pereza por constatar los
hechos que se comentan, el llenarse de motivos y argumentos. El que opina tiene
que asumir la responsabilidad sobre lo que expresa. No puede escudarse en su
libertad para decir mentiras sobre lo que le interesa.
Emir Sader recomienda a
los usuarios de los medios de comunicación que ante tanta manipulación de la
información, que lo único válido es no dar nada por establecido, nada que valga
como argumento de autoridad, desconfiar y desconfiar, buscando verificar con
cabeza propia y no por lo que informan esos medios. Manipular la información es
un delito.
Si una persona haciendo
uso de su libertad de expresión, irresponsablemente se reduce a sus opiniones,
se expone a que los agredidos hagan uso de las herramientas legales que les
protegen su honra, dignidad y buen nombre. No se puede acabar con la honra de
las personas porque a cualquier fulano le parece opinar sin medir
consecuencias. Tampoco hay excusas que valgan. Su irresponsabilidad debe ser
castigada con el peso de la ley. Así como todo derecho va de la mano de un
deber, la libertad se debe aparejar con la responsabilidad. Un verdadero
ciudadano responde por sus actos.