viernes, 26 de septiembre de 2014

UN DRAMA DE GUERRA
Tengo un recuerdo vivo de ese sábado en la universidad. Era un estudiante que participaba por ráfagas. En ocasiones pasaba inadvertido y en otras era locuaz. Sus experiencias como docente rural varias veces ilustraron los debates sobre derechos humanos en la maestría. Durante clase lo noté taciturno, con mirada bruna y distante. Al terminar la jornada me abordó mientras bajábamos las escaleras. Profesor quiero conversar con usted,  me dijo sin rodeos. Acordamos un sitio para tomarnos un tinto.
Mientras se acomodaba en la silla, me dijo que prefería una cerveza, que si ordenaba lo mismo para mí. Dos botellas heladas nos trajeron a la mesa. Su voz era firme aunque se notaban los esfuerzos que hacía para que no se quebrara. Vivía en la misma escuela donde trabajaba en una vereda apartada de un municipio del sur del Tolima. Allí la insurgencia era dueña y señora del territorio y todo lo controlaba. Nunca se metía con él aunque si lo convocaba a las reuniones con la comunidad. Los pobladores estaban acostumbrados a su presencia permanente. Su esposa y sus dos hijos residían en Ibagué. Ella tenía un pequeño negocio que atender. No querían que sus niños crecieran en medio de ataques, bombardeos, retenes, vuelos nocturnos de helicópteros y aviones fantasmas, y la zozobra de la guerra.
Una tarde, ocho años atrás, llegaron a la escuela dos hombres armados y con los uniformes que usa la guerrilla. Uno era algo mayor y el otro joven. Nunca los había visto. Los niños ya no estaban. Pidieron agua y se sentaron en el suelo a conversar en voz baja. Esto no era usual. Empezó a oscurecer y seguían allí. El miedo fue creciendo. Súbitamente, el hombre mayor empuñando su fusil y amenazándolo, lo obligaron a entrar a la habitación. Pese a su resistencia y sus gritos de auxilio no escuchado, lo violaron…
Al otro día, todavía lleno de pánico, se desplazó hasta el pueblo buscando ayuda médica. El galeno al escuchar su historia le hizo preguntas maliciosas. Eso empeoró su situación. Si ponía la denuncia ante las autoridades podría correr la misma suerte que con el médico. Y se exponía a las represalias de quienes mandaban en su sitio de trabajo. Además era vergonzoso para un varón contar que había sido abusado sexualmente. Más allá de los daños en su integridad física, estaba la humillación sufrida, el sentimiento de culpa y de suciedad, la vergüenza social y el temor a ser ridiculizado en su masculinidad. Optó por guardar silencio.
Su dolor reprimido nunca se calló y lo acompaña a todas partes. Dos años después le contó a su esposa. No comprendió y lo abandonó dejándole los hijos. Él sigue enseñando.

La violación masculina en la guerra siempre ha existido. No es tan frecuente como la de las mujeres pero existe. Es una forma de humillar a los vencidos. No sale a flote ni se denuncia por los estigmas sociales. Pero es un drama real y vigente. Prepararnos para la paz es también prepararnos para dar trato integral y humano a este tipo de víctimas. 

domingo, 21 de septiembre de 2014

LOS NIÑOS NO SON ADULTOS CHIQUITOS

Las costumbres familiares cambian con cada generación. En unos casos mucho.  De ninguna manera traigo a colación estas reflexiones por nostalgia, sino porque considero que se cometen errores que redundarán en perjuicio de los que menos deben pagar los platos rotos. Me refiero a la educación de los hijos en los hogares.
Hoy es costumbre que los padres le ayuden y en muchos casos, les hagan las tareas a sus hijos. Casi siempre es la madre la encargada del tema. Parece que da orgullo que a los hijos les vaya bien en el colegio, así toque hacerles sus deberes mientras ellos chatean, hablan por celular, navegan en internet, ven televisión, juegan con sus amigos o simplemente descansan.
También se ha hecho costumbre, que los padres quieren ser amigos de sus hijos. Desearían ser sus mejores amigos y algunos de eso se jactan. Si bien es cierto que las brechas generacionales no son insalvables, es anormal que un niño tenga como mejor amigo a un adulto, sin importar si es su padre o su mamá. Los niños debes ser amigos de otros niños. Los padres debemos estar cerca, siempre atentos a ayudarlos, a colaborar a que ellos aprendan sus responsabilidades para la vida, pero dejándolos ser niños o jóvenes… Otra costumbre, sustentada en dudosas teorías psicológicas sobre el desarrollo infantil, es la de hablar con los niños de manera franca y clara, como se dice a “calzón quitado”. Se encuentra uno con padres tratando de entender temas difíciles para poder hablar sin rodeos con su hijito de 5 años…
El problema radica en que los padres están tratando a los niños como si ellos fueran adultos chiquitos. Apelan a las reglas de la lógica para que sus niños entiendan que no deben hacer regueros cuando consuman sus alimentos, o enmugrar sus vestidos mientras juegan en el patio. Se les olvida que los niños tienen un cerebro en crecimiento, una personalidad y una inteligencia en formación y que su capacidad de comprender muchas cosas requiere procesos de maduración, tiempo y paciencia. Me imagino la claridad mental que le queda a un niño de, digamos tres años, cuando le explican por qué debe vacunarse, rezar el padre nuestro o comer verduras frescas…
Los niños tienen una capacidad distinta a la de los adultos para entender, comprender y asimilar las cosas. Sus problemas tienen dimensiones completamente distintas a los de los adultos. Sus lógicas e ilaciones son diferentes. Dicho en otras palabras, hay que aprender a pensar como los niños para entenderlos y ayudarlos. Con nuestro apoyo deben aprender a construir autocontroles, pero son ellos los que deben hacerlo. Si los ayer niños y hoy jóvenes hacen pataletas, se enojan y dejan de hablarles, se tornan rebeldes e insoportables, es porque los padres ya casi que perdieron la oportunidad de ayudarles a construir los autocontroles que se necesitan para la vida adulta y en comunidad.

Para evitar dolores de cabeza, lo mejor es prevenir. Desde pequeños acompañarlos y apoyarlos, pero desde sus lógicas y formas propias de aprender, entender y ser en el mundo. 

domingo, 14 de septiembre de 2014

REFLEXION Y SABIDURIA

Platón, el filósofo griego, enseñaba que la sabiduría no tenía nada que ver con la opinión, a la que denominaba doxa y a la vez,  como la forma menos confiable del saber. Para alcanzar un saber verdadero, Platón postulaba la necesidad de someter el conocimiento a discusión colectiva para, escuchando y confrontando diferentes argumentos y puntos de vista, ir decantando y elevando el conocimiento. Este proceso lento y esforzado de ascenso del saber, lo llamó Platón episteme. Un punto clave en esta metodología para construir conocimiento era la reflexión. Es el acto mediante el cual una persona revisa lo actuado, lo sopesa, lo confronta y al evaluarlo puede descubrir errores, debilidades y falencias y en consecuencia, si es del caso, corrige, modifica o rechaza creencias y comportamientos.

La reflexión se constituye, entonces, en la columna vertebral de la sabiduría. Sólo mediante ella es posible que un ser humano caiga en cuenta de sus equivocaciones y tome los correctivos necesarios. No obstante, la reflexión es bastante escasa en nuestro medio. Ante cualquier crítica, en lugar de escucharla y revisarla con atención para luego reflexionar, lo que usualmente se hace es  atacar al crítico, sin tener para nada en cuenta si las críticas tienen algún fundamento. Cada persona encerrada en sus certidumbres y certezas, se considera como portador de la verdad, luego lo que dicen los otros, no es un tema de diferencia, sino de equivocación o mala fe. Y su deber es convencer al otro, nunca escucharlo, porque el otro estaría viviendo en el error. El tema es sencillo: yo tengo la verdad, el otro no es diferente ni distinto, sino un ser equivocado y todo lo que diga no deja de ser un cúmulo de sandeces. ¿Para qué escucharlo o reflexionar sobre lo que dice?

Se considera más valioso blindarse con una buena disculpa, que reflexionar sobre los argumentos del otro. Además, validos de la filosofía de los futbolistas de que la mejor defensa es el ataque, ante cualquier comentario, que se asume ya equivocado desde su origen, se sale lanza en ristre, no importa si hay que calumniar, mentir o desprestigiar con toda saña, sevicia y alevosía, a negar al que opina diferente.

Yo creo que esta manera de organizar el pensamiento en la que nos sentimos dueños de la verdad, en la que creemos que nuestro entender es universal y compartido por todos, en la que asumimos la diferencia como afrenta o como una declaración de guerra, en la que negamos al otro como actor legítimo para convivir y solo lo vemos como enemigo, y en la que la reflexión no se utiliza por innecesaria o inútil, constituye los elementos con los que se adoba la violencia con todas sus consecuencias.


Llamar a la reflexión es llamar a construir paz, a aprender a respetar a los demás, a mejorar la convivencia, a fortalecer los lazos de interrelación interpersonal, a aprender a vivir con alegría y dejar de lado cargas de odio y resentimiento que enturbian la mirada de los que se aferran a sus verdades y poco reflexionan .

lunes, 8 de septiembre de 2014

“LOS CHACHOS DE LA PELÍCULA”
Rueda ya la vieja y sosa película electoral versión 2015 y los actores redentores, con ínfulas de “chacho de película”, empiezan a interpretar su papelón. La arcaica cinta, casi de cine mudo, es en color (rojo, azul, verde, amarillo y otros valores cromáticos) pero mi daltonismo político sólo me permite apreciarla en tonos grisáceos, opacos y a veces turbios. Siendo “todos a una, como en Fuenteovejuna”, dizque unos ya se unieron para salvaguardar a su glorioso e inmarcesible partido del audaz avance de los otros; puro “cuento chino” que urden para despistar y ocultar el raudal de intereses personales apiñados bajo las inefables toldas partidistas. De existir sincero interés social, la unidad no sería de unos contra otros, sino de todos por el bienestar del Tolima.

Generalizo cuando digo que los jefes políticos, siendo inteligentes, son incultos en política. Explico: ellos ejercen el politiqueo creyendo hacer política y, por tal razón, no logran concebir  que así hunden la democracia, lesionan a la sociedad y se hacen el “haraquiri”, porque lo que crece no es prosperidad sino rapacería, clientelismo, gestiones ineptas, apatía, voto en blanco, abstención y muchas más anomalías que empequeñecen y deshonran su legitimidad de líderes políticos.

Es verdad de apuño que el Tolima es territorio atrasado donde jamás se hizo un juicio para saber las causas históricas de ese atraso y donde (excusen la opinión) la liviandad de sensatez lleva a ponderar sólo lo episódico, casual y banal y no los factores que determinan la digna construcción del buen vivir. Hoy, infundido por los vientos del malecón habanero, considero que si la verdad es sabida el juicio histórico es innecesario y que los días actuales parecen propicios para perdonar y reparar. Seguramente muchos estaríamos dispuestos a perdonar a los políticos que por omisión o acción causaron daño a la sociedad tolimense en las pasadas tres décadas, pero quisiera uno saber si ellos, honestamente, están dispuestos a reparar a las generaciones actuales y venideras.

Ojalá no consideren atrevida la propuesta que hoy hago a los señores Jaramillo, Martínez, Garcia, Yepes, Cárdenas, Bocanegra, Casabianca, Avendaño, Hernández, Santos, Osorio, Rodríguez, Robledo, Osorio, Laserna y demás líderes que tienen y tuvieron las riendas del Tolima durante los últimos 30 años. A todos ellos invito a desagraviar y reparar al Tolima creando una nueva realidad política exenta del sofisma banderizo, ideologista o caudillista y signada por la sagrada promesa de que el bienestar del Tolimense es y será única razón y motivo de su labor política y, si les alcanza el perrenque, podrían instituir al primer partido regional colombiano. No es mucho pedir, creo yo.

 En la nueva realidad política cabe todo político y así nadie tiene que armar triquiñuelas, ni decir mentiras, ni dar codazos y sí gana afecto y gratitud de una comunidad vejada a lo largo de su ya vieja historia. Sé que mi candor y mis utopías no tienen cura (no se mencione) pero de ser cierta la indignación con esa democracia que parece orgía de sádicos y masoquistas, con el uso ilícito del erario, el abuso de poder, el creciente desengaño y desaliento de jóvenes y viejos, el pillaje de los recursos naturales, el deterioro ambiental, la pérdida de protagonismo y peso político, el desastre urbano y rural y otras evidencias visibles, sentidas y sufridas de decadencia y atraso, entonces ¿no creen ustedes? éste tendría que ser el momento de comenzar una nueva época.


Teniendo la región ingentes recursos para construir bienestar social y progreso económico, corresponde al político responsable, sensato, enjundioso, estudioso y coherente, pensar que es su obligación liderar un proceso de unidad regional para construir, entre todos, una nueva historia.
AMARGURA INFINITA Y REDES SOCIALES
En esa oficina las sonrisas siempre eran la mejor bienvenida para el recién llegado. Ese día fue lo contrario. Rostros adustos, miradas esquivas, saludos escasos y fríos. El doctor no está, dijeron casi sin mirarme. Confundido dirigí mis ojos hacia la puerta de vidrio esmerilado que separa la recepción del despacho de quien iba a buscar. Desde la infancia nos conocíamos y mucha agua había pasado bajo puentes comunes. La contraluz me permitió ver la silueta de mi amigo. No entendí por qué se negaba. Pese a saber que estaba encerrado en la oficina, pregunté a su secretaria, también conocida de tiempo atrás, si el doctor se demoraba en llegar. Dijo no saber. Sin preguntar nada más, giré y abrí la puerta de la oficina de mi amigo y entré.
Derrumbado en su sillón, con su cara perdida entre sus manos y exhalando un aroma de profunda tristeza, me encontré con él. Exitoso profesional, brillante hombre de negocios, profesor universitario y destacado ciudadano en la vida pública. Enamorado como el que más de su esposa y de sus tres hijas, que para él son sus luceros del alma. Lo sorprendió mi intempestiva entrada. Al instante me reconoció y depuso las armas espirituales  con las que quiso defenderse y mantenerse aislado. Sus ojos enrojecidos por la falta de sueño y el llanto prolongado esquivaron mi mirada…
Su hija menor, de 14 años, lleva más de una semana perdida. Al parecer la sacaron del país. Todo indica que una red muy bien organizada de trata de blancas la contactó a través de las redes sociales y luego por su correo electrónico. Por esa vía le ofrecieron las maravillas del modelaje, los lujos y privilegios de las artistas de cine y las posibilidades de ser prontamente una joven muy rica. Recibió correos con testimonios y fotos de varias niñas que ya disfrutaban las mieles del dinero obtenido “legalmente” en las pasarelas y frente a las cámaras de cine. También le explicaron la importancia de mantener en secreto esta gran oportunidad para evitar la vieja terquedad de los padres de querer oponerse al futuro de sus hijas con tal de no desprenderse de ellas. Fueron muchos los contactos donde le mostraban los beneficios de pasar a ser una mujer independiente, con mucho dinero y sin tener que pedirle permisos a nadie para definir sus gustos, sueños y compañías.
Las autoridades creen que esa red se mueve desde países orientales con tentáculos en muchos países. Esclavizan las niñas, las envician a la droga y las obligan a prostituirse. Por las barreras del idioma, del secuestro y porque las mantienen bajo alucinógenos y sin dinero, estas niñas prácticamente, desaparecen para siempre. Pocas han regresado a contar el pavoroso infierno vivido.

Sin dejar en ningún momento de llorar, mi amigo se pregunta ¿por qué dejó tanto tiempo sola a su hija metida en su computador o encerrada en las redes sociales desde su celular? ¿Por qué estuvo tan ocupado que no previó el peligro que se cernía sobre su hija, si él y su familia la quieren tanto…?