jueves, 16 de junio de 2011

LA SALUD INTESTINAL
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Un intestino normal debe tener deposiciones de buena consistencia después de cada comida del día, por lo general, dos o tres veces. La deposición debe salir fácilmente, sin esfuerzos, sin dolor y sin tardanza. Con alimentación sana, las deposiciones casi no tienen olor. Cuando nuestra alimentación es demasiado rica en azúcares, harinas y proteínas, se modifica la flora bacteriana normal del intestino, favoreciendo el desarrollo de una flora de putrefacción que es patógena y agresiva para el organismo por las toxinas que produce y contiene.  Esto repercute en el estado general y si el organismo tiene enfermedades, las agrava, pues favorece la desorganización de varios sistemas, especialmente, el inmunitario. No tener deposiciones diarias es intoxicar gradualmente al organismo.

Estreñimiento es la evacuación retardada de materia fecal del intestino. La frecuencia se reduce a una vez diaria y en ocasiones cada dos o más días. La deposición es seca, dura,  de mal olor. Puede producir dolor al evacuar y necesitar esfuerzo. Un intestino si presenta problemas en el tránsito puede depositar desechos tapizando sus paredes. Según Irons: “Estos depósitos fecales pueden alcanzar de 7 a 9 mm de espesor y adquirir la consistencia de un neumático. Estos desechos le impedirían al organismo la absorción de vitaminas y sales minerales. Un problema intestinal crónico puede ser el origen de carencias nutricionales”.

El estreñimiento por el estancamiento de las heces irrita al colon, produciendo inflamación y espasmos. Además, la alimentación con exceso de harinas, azúcares refinados, preservantes químicos y carne de cerdo, el bajo consumo de agua, la mala masticación ligada a comidas apresuradas, son responsables de producir materias intestinales ricas en productos mal digeridos, que desarrollan flora bacteriana agresiva, que genera toxinas y gases nocivos. Una verdadera autointoxicación ocurre por el envenenamiento crónico debido a toxinas y gérmenes patógenos que proliferan en la materia intestinal estancada. 

El colon o intestino grueso es la última parte del intestino. Su principal función es reabsorber agua con el fin de concentrar las materias fecales mientras las conduce a su evacuación. Es un mecanismo de precisión asombroso. Para que la deposición tenga consistencia normal, es preciso reabsorber un 86% de agua. Si se reabsorbe el 88%, la deposición es demasiado dura, y con un 82% la materia fecal es muy fluida. El colon está recubierto por una delgadísima capa de unas 20 a 25 milésimas de milímetro de espesor. Detrás de este revestimiento se encuentran los capilares sanguíneos y linfáticos. Es decir, las heces en el intestino están separadas de la sangre de los capilares por una membrana muy fina y frágil, que se renueva cada dos días.

La gran mayoría de los enfermos que padecen enfermedades crónicas degenerativas, presentan problemas intestinales de varios años de duración, mucho antes que se descubriese su enfermedad. El principal síntoma es el estreñimiento crónico, que lleva a algunos a utilizar laxantes. Los laxantes estimulan las membranas del intestino, para obligarlas a funcionar,  irritación que debilita al colon, y puede volverlo dependiente de ellos.

Cuando la delgada membrana del intestino conserva su estructura normal, está protegido contra la reabsorción de microbios y toxinas, pero cuando nos alimentamos mal, esta delicada membrana se vuelve anormalmente porosa y deja pasar bacterias y venenos. Por eso es saludable recurrir a los lavados intestinales, operación sencilla, fácil y de mucha eficacia que explicaré en próximas columnas.