jueves, 12 de julio de 2012


EL ENCANTAMIENTO DE LA RUTINA

Mecanizar un asunto es poder realizarlo de manera automática, rápidamente, sin pensarlo mucho. Este actuar mecánico tiene algunas ventajas, pero puede entrañar dolorosos problemas. Es la rutina que embelesa, que encanta, que envejece los corazones. Chico Buarque, poeta, músico, compositor y escritor brasileño escribió hace años la canción “Cotidiano”, que dibuja con dolor el rutinario comportamiento de las personas. Habla de una mujer casada que cada día y siempre hace todo igual, sonríe con su sonrisa puntual, repite el mismo “cuídate” al despedirse y su vida es una larga línea, gorda, oscura y sin cambios.
Esas rutinas se repiten en infinidad de oficinas, donde funcionarios a los que el tiempo ha vuelto grises, acumulan papeles, trabas y talanqueras, para multiplicar una mil y veces actuaciones que casi nunca van a ninguna parte. Con estos rutinarios comportamientos el servicio empeora sin parar, la indignación de los usuarios igual y el tedio y la desidia de los funcionarios crece y crece.
Las rutinas equivalen al canto de las sirenas que obnubilan el entendimiento. En la vida familiar se convierten en un fárrago que estorba y dificulta el fluir de armonías hogareñas. En las parejas las relaciones se endurecen, pierden flexibilidad y van abonando los caminos del hastío, el aburrimiento y el desamor.
En las instituciones educativas los alumnos se adormecen escuchando clases de maestros que de tanto repetirlas sin modificación alguna, parecen que recitaran letanías abstractas.
Los accidentes aumentan porque la rutina hace que los controles se hagan laxos y permisivos. Los soldadores dejan de usar los protectores visuales, porque llevan años soldando y no les ha pasado nada… Los vecinos de los volcanes se niegan a abandonar sus parcelas ante evidencias de movimientos internos en las entrañas volcánicas, porque ellos llevan años viviendo allí, y esos cambios son rutinarios y para ellos no son peligrosos…“A mí nunca me había pasado nada”, dice el conductor borracho que ocasionó un accidente… Otros se enojan porque, de manera rutinaria, se habían parqueado en un sitio, y ahora no entienden y se resisten a aceptar que esté prohibido el estacionamiento en ese lugar. Es como si la rutina y la costumbre fueran más importantes que la norma o que la ley.
Si revisa los caminos diarios que utiliza para ir a casa o al trabajo, descubrirá como la rutina gobierna sus desplazamientos, repitiéndolos sin variar. Esto es aprovechado fácilmente por los delincuentes. La rutina nos vuelve predecibles, expuestos, insípidos, sin creatividad.
Es verdad que un deportista, un músico o un artista tienen que repetir un movimiento muchas veces para perfeccionarlo. Pero esto exige una actitud crítica frente a lo que se hace, de lo contrario no se perfecciona, simplemente se mecaniza algo burdo lejos de la excelencia. Cualquier actividad que se ejecuta con vigilancia e inteligencia, con cuidado y rigor, no se vuelve rutina, sino todo lo contrario, es una actividad que enseña cosas nuevas, que depara alegrías y sorpresas…
¿No será que a muchos funcionarios, a los que la rutina los ha vuelto ineficientes y hoscos, les hace falta que los cambien de puesto, que les rompan los encantamientos de los esquemas, que les den la oportunidad de aprender nuevas cosas y ejercitar sus capacidades e inteligencias, para que el servicio que deben ofrecer mejore?