DESAGRADECIMIENTO Y POLÍTICA
Mi madre me enseñó
desde niño que el desagradecido no tiene sino un defecto, porque con ese los
tiene todos. Me formó en la convicción que cuando se recibe un favor hay que
mirar fijamente a los ojos del dador y decirle desde el alma ¡gracias! Me
explicó que la diferencia entre vivir con el alma llena o vacía es el
agradecimiento. Aprendí entonces, que la ingratitud no es como el trueno que
asusta sino como el rayo que mata, que hace daño, que lastima corazones y hiere
conciencias.
Marín Lutero decía
que existían tres perros muy peligrosos que cuando mordían dejaban graves
heridas y muy profundas: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Hay personas
que reúnen en ellos a los tres perros y son, por lo tanto, terriblemente
peligrosas: soberbias, envidiosas y
desagradecidas.
Existen personas a
quienes se les da lo que pidan, todo lo que requieren, pero el día en que no se
les puede dar algo nuevo que piden, sólo se van a acordar de lo que no se les
dio y usted pasa de benefactor a villano. Son los desagradecidos. ¿Será por eso
que el refrán popular dice que de desagradecidos está el infierno lleno?
En la Biblia se
puede leer una recomendación: has el bien y no mires a quien. Es decir, invita
a dar sin esperar nada a cambio. Invita a darse de manera íntegra y sin
aguardar contraprestaciones. La cultura, que nos imparten desde el hogar y en
la cotidianidad, nos enseña a expresar sin recato el agradecimiento por la que
se recibe, por lo que nos dan. Nos enseñan a dar las gracias y a vivir ese
bello sentimiento del agradecimiento.
Los aceleres de la
vida moderna han modificado las costumbres. Hoy no es habitual saludar, ni
sonreír y menos dar las gracias. Eso debe ser lo que le está pasando a la
política que en su afán por modernizarse ha tomado para sí estas costumbres.
Muchos políticos sólo saludan y sonríen cuando están pescando votos, cuando
están en campaña. Luego de obtener lo
que querían, vuelven a los rostros adustos o mal encarados, a las actitudes soberbias
y a las miradas de envidia. Ya no les preocupa agradecer nada ni a nadie.
Los egos en la
política tienen caracteres superlativos.
Es posible que por tal motivo piensen que todo lo merecen, que en ellos los
ojos del mundo están fijados o que en ellos converge la virtud, la inteligencia
y la capacidad. Guiados por su megalomanía no tienen quien los llene, solo
admiten lisonjas, loas y ditirambos. Exigen sin parar sin estar dispuestos a
dar nada, ni siquiera las gracias.
Publio Ciro, decía
que los políticos desagradecidos le hacen daño a todos los que necesitan ayuda.
Cargados de defectos los desagradecidos o desagradecidas no generan confianza,
ni merecen creerles. Si usted los o las escucha despotricando de quienes han
sido sus amigos, aléjese, son personas de mal espíritu, su soberbia y envidia
las transforma en desagradecidas. Si se mete con ellas, le aseguro que les sale
a deber…