El proceso por la paz lo quieren convertir en un
enfrentamiento entre el presidente Santos y el senador Uribe. O entre lo que
representan cada uno: la burguesía urbana industrial y financiera, y la
burguesía terrateniente rural. Pero el asunto no es tan simple. Es cierto que
hay gente que opina que la historia es cíclica y que los sucesos a veces se
repiten como el caso de los paramilitares, pero los procesos siempre avanzan,
pueden tener cierta similitud, pero son diferentes. Sin embargo, hay que
estudiarlos y entenderlos.
Como lo planteó el sacerdote Francisco de Roux, lo
que está en juego no es el futuro de las FARC, ni del ELN, ni del Presidente
Santos sino la verdadera posibilidad de vivir sin matarnos, sin miedos, sin terror
y en una convivencia pacífica. Lo que sucede es que como la guerra ha ocurrido
a mucha distancia de las ciudades, sus habitantes ven la guerra como algo que
ocurre muy lejos y que no los afecta. Salvo cuando algunos han sido
secuestrados o boletados en sus fincas. Muchos de ellos quieren seguir la
guerra, que se arrecien los bombardeos y ataques contra la insurgencia. Quieren
vengar los daños que han sufrido y sólo cesarán sus ataques a la paz cuando
vean a todos los supuestos culpables muertos o en la cárcel.
¿Cómo golpean los enemigos de la paz el proceso? Lo
primero que hacen es tratar de desinformar a los ciudadanos para desprestigiar
el proceso. Dicen que no se oponen al fin de la guerra sólo para mostrar una
imagen de defensores de la paz. Pero lo que buscan es ponerles palos a las
ruedas del proceso de paz. Invocan a las víctimas, a la justicia, al
sentimiento patrio para defender sus ocultos intereses. No les tiembla el pulso
para inflamar los odios y los llamados a la venganza y la retaliación. Atacan
la paz sembrando terror entre los ciudadanos incautos.
¿Qué defienden los enemigos de la paz? Si se
esculca con cuidado encontraremos que detrás de esta supuesta resistencia civil
están los que se apropiaron de grandes extensiones de tierra, que desplazaron e
hicieron asesinar a miles de campesinos, o los que compraron a precios ínfimos
las tierras abandonadas por los campesinos obligados a migrar para salvar sus
vidas. A estos nuevos propietarios los quieren hacer aparecer como compradores
de buena fe… Es por eso que estos grupos le han declarado la guerra a la
restitución de tierras y a la ley de víctimas.
Vivir en paz es un viejo anhelo de millones de
colombianos. Sin embargo, unos pequeños grupos, con fácil acceso a medios de
comunicación quieren impedir la paz, utilizando el sufrimiento de las víctimas
y la sangre de los soldados y policías caídos. Por lo tanto, los que somos ya
mayores debemos pensar si la herencia que les queremos dejar a nuestros hijos y
nietos es un país en guerra, lleno de odios, envidias, violencias e
injusticias. Y los jóvenes si lo que quieren es un país sin oportunidades, sin
esperanzas y sin opciones de futuro como el que hoy tenemos. La paz no
transformará el país de un día para otro, pero será la llave que abra las puertas
de las oportunidades para todos. Para eso se necesita que los indiferentes, los
apáticos y los que creemos en la necesidad de la paz nos expresemos y nos
hagamos sentir. Ese es el camino…