jueves, 3 de marzo de 2011

CRISIS DE AUTORIDAD
Por: Agustín Angarita Lezama
A medida que las ciudades van creciendo van apareciendo problemas complejos cuya solución amerita un cuidadoso estudio. Uno de estos problemas es el relacionado con la crisis de autoridad. El afán de los candidatos por llegar al poder, los lleva a establecer todo un mamotreto de compromisos con sus posibles aliados en la elección. Por lo general estos aliados están organizados. Saben que su ayuda será valiosa para los intereses del candidato. Y cobran caro su apoyo. Pero no es en dinero, aunque no siempre, que ellos tasan el precio de su apoyo electoral. Casi siempre es en recorte de autoridad.
Los contratistas de la construcción, que con frecuencia ya no son sólo ingenieros o arquitectos, aportan votos y dinero, y cobran en “vista gorda” de la autoridad de los interventores y demás encargados de la vigilancia.  Los que manejan el transporte masivo, que también están organizados, lo primero que hicieron es votar por sus propios representantes a los cuerpos de elección popular. Degenerando en una situación particular: estos concejales, diputados o congresistas no representan a toda la sociedad, sino a los intereses sectoriales de quienes los eligieron. Entonces hay concejales de los viviendistas, de los maestros, de los taxistas, de las empresas de transporte masivo, de los embellecedores de calzado, de los textileros, de los empresarios de cuero y un largo etc. Dejan de ser representantes del pueblo en general para ser representantes de un sector social y obedeciendo a los intereses particulares de dicho sector.
Cuando estos últimos son elegidos, cobran de dos maneras: antes de la elección del mandatario al que se comprometen a ayudar, exigiendo a cambio del apoyo normas laxas para beneficio del gremio. Una vez elegidos, ellos desde adentro tramitan las medidas que le hacen esguinces a la autoridad. De tal manera que si usted quiere saber qué tanta autoridad NO tiene un gobernante, revise quienes lo rodean, quienes le financiaron la campaña y entenderá por qué no puede ejercer su autoridad.
Esto explicaría por qué un sector grande de los camioneros quieren hacer lo que les parece, igual que muchos  taxistas, dueños de busetas, los vendedores ambulantes, algunos comerciantes, industriales y banqueros, los constructores y muchos otros gremios. Ellos saben que la autoridad está hipotecada. En algunas ocasiones, como para que la ciudadanía no desconfíe se hacen algunas escaramuzas de autoritarismo, para que todo siga igual.
Esto lo saben los delincuentes, quienes también pagan la venalidad de quienes deben fungir como defensores del orden, la moralidad pública y los intereses de la ciudadanía. Razón tienen los que dicen que la ley es para los de ruana.
El ex presidente Álvaro Uribe hizo su primera campaña a la presidencia ofreciendo lo que mucha gente anhelaba: autoridad, orden, disciplina, combate a la corrupción, al clientelismo y la politiquería. La gente le respondió y votó masivamente por él. Y llegó a cumplir, pero se estrelló con un congreso y una clase política y dirigente que no estaba dispuesta a dejarse quitar el botín atesorado durante años. Uribe, para obtener gobernabilidad concilió su autoridad. Y para mantenerse recurrió al autoritarismo y a los pactos con la mafia.
Debemos mirar escrupulosamente las campañas de los candidatos que hoy coquetean nuestros votos, para ver si con ellos seguimos en esta crisis de autoridad o, por el contrario, empeoramos…