jueves, 10 de marzo de 2011

¿LADRONES EN LOS BANCOS?
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Característica importante del capitalismo ha sido su capacidad de reponerse de sus crisis. Los anticapitalistas argumentan que no las superó, solamente prolongó su agonía. Más allá de esa discusión, lo cierto es que el capitalismo se ha transformado. Hoy el capital industrial cedió el paso al capital financiero y éste es hegemónico. No quiere decir que la industria desapareció. No. Sino que se encuentra sometida a la lógica del capital financiero, debe, por ejemplo, invertir en la bolsa de valores y entrar en el mercado especulativo.
Fijémonos que en medio de la crisis económica tan difícil que hemos pasado, la banca y el sector financiero son casi los únicos que reportan ganancias. Y ganancias astronómicas. Su rentabilidad se mide en billones de pesos. Las instituciones financieras tienen tanto dinero que andan desesperadas ofreciendo créditos por doquier. Es posible que usted haya recibido cartas, visitas, volantes y demás medios propagandísticos ofreciéndole dinero inmediato a bajas tasas de interés. Esa coquetería con la que los bancos y similares tratan a sus clientes para enchufarles créditos, contrasta con la avidez con la que le cobran todo tipo de servicios. Si consulta el saldo por internet o en un cajero, debe pagar; si traslada dinero electrónicamente, debe pagar; si la empresa le consigna su sueldo, el banco le cobrará por el servicio (aunque usted no la haya pedido y la empresa se lo haya impuesto). En resumidas cuentas, exprimen al máximo a sus clientes, eso sí, con muy buenas maneras.
No obstante la desventajosa relación del cliente con su institución financiera, este tiene otro enemigo que también mira con voracidad su bolsillo y su dinero. Es la delincuencia. Extraña a cualquier ciudadano que siendo los bancos entidades que gastan millonadas en su seguridad, no cobijen con esa seguridad a sus clientes. A diario se escucha de fraudes electrónicos que  han saqueado las cuentas de  clientes y el banco, aparte de sombrarse e iniciar las exhaustivas investigaciones, no hace nada. El cliente robado se queda. Y qué decir del famoso fleteo. El ciudadano cobra un cheque abultado y es como si le entregaran dinero fosforescente. Los delincuentes se enteran, lo siguen y lo atracan para robarlo, cuando no asesinarlo.
Es mucha la gente que está convencida que dentro del banco deben existir cómplices que le facilitan el trabajo a los ladrones. Ya sea porque entregan la información de cuáles son las cuentas corrientes o de ahorros que manejan saldos altos y que son susceptibles de esquilmar electrónicamente; o porque les avisan cuales clientes hacen retiros jugosos para que los sigan y roben. Estoy seguro que en las entidades bancarias trabaja mucha gente honesta, decente, intachable. Pero es posible que existan algunos empleados de baja ralea que se amangualen con los delincuentes amparados en la honradez de sus compañeros. Es más, creo que se cobijan en la buena de fe de muchos sindicalistas para hacer sus fechorías. Si es verdad que estos delincuentes existen enquistados en las entidades bancarias, son los mismos sindicatos y empleados los que deben ayudar a la autoridades para desenmascararlos y así evitar las crecientes dudas de la ciudadanía.
Los bancos le meten la mano al bolsillo de los ciudadanos amparados por la ley. Pero que no parezca que cohonestan con los delincuentes para que ellos también lo hagan.