jueves, 1 de diciembre de 2011

LA CORRUPCIÓN Y SUS MOTIVOS
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La semana pasada entrevistaron en El Tiempo al psiquiatra Guillermo Acosta acerca de las motivaciones y del perfil sicológico de los corruptos. Para este especialista, la corrupción no es una enfermedad, pero si una predisposición en algunos individuos. Sustenta su afirmación en los estudios del psicólogo norteamericano Theodore Millon. Según ellos los corruptos estarían clasificados en estos dos tipos: los narcisistas que en su comportamiento son egoístas; y los de comportamiento antisocial cuya conducta es de fanfarrones. Ambos estarían inclinados a centrarse en sí mismos como fuente de satisfacción de sus necesidades y con una tendencia muy fuerte a la indiferencia frente a las normas.
En otras palabras, para el doctor Acosta, se nacería con una condición de pre-corrupción y ante cualquier tentación, se caería sin remedio en ella. Algo parecido expresaron los hermanos Nule, cuando en indagatorias por los escándalos por los desfalcos al Estado, dijeron que la corrupción era una condición inherente a la naturaleza humana.
Si la corrupción hiciera parte de la naturaleza humana, ya sea como condición o como predisposición, no tendríamos nada más que hacer que aceptar la corrupción, ya sea en sus justas proporciones como lo pregonara el ex presidente Turbay, o como un mal incurable ante el cual no quedaría otra alternativa que acomodarnos y disimularla, tal vez como lo hacían algunas familias del norte del Valle, que para esconder vergüenzas, amarraban al familiar con deficiencia mental al papayo sembrado en el patio.
La corrupción es un fenómeno cultural, es una condición social que se puede cultivar en una sociedad. Usted y muchos nacimos y hemos vivido en una sociedad que cumple dos características que se coadyuvan entre sí. Por un lado es una sociedad patriarcal,  un modo de coexistencia de los ciudadanos en el que se valora como muy importante y como fundamento de la sociedad la guerra, la competencia, la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder, el crecimiento económico entendido como desarrollo, la apropiación de los recursos, y la justificación racional del control y de la dominación de los otros a través de la apropiación de la verdad. Y por el otro, la concepción social del capitalismo que considera que la vida debe tener una dirección individualista y posesiva. Es la cultura capitalista la que nos hace creer que nuestro proyecto de vida debe ser individualista, competitivo, ansioso por poseery, a la larga, violento. Nos han hecho creer que este es el único camino hacia la felicidad, que es un proyecto desde siempre inmodificable, que sería parte de la razón de ser de los humanos.
La cultura no es un hecho pétreo incambiable. La cultura se recibe de manera pasiva desde el hogar, la calle, la escuela, los medios de comunicación. Pero también, de manera activa, la modificamos, la refrendamos o rechazamos con nuestros actos de vida. Si admitimos que la corrupción es un fenómeno cultural y social, aceptaremos que es un fenómeno corregible, modificable y a todas luces superable. La vida está hecha de acciones no de simples posibilidades. Si deseamos combatir la corrupción debemos pasar a los hechos y asumir posiciones claras desde todos los espacios de la sociedad y del Estado. Educación de calidad, pertinente, científica, ética, con sentido regional y mirada global. Gobernantes y funcionarios de confianza, cercanos y humanistas. La tarea es larga, ¡manos a la obra¡