jueves, 31 de mayo de 2012


ALEGRÍA Y ESPERANZA PARA UNA BUENA SALUD
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Es parte de nuestra cultura en Occidente creer que la mente y el cuerpo son dos elementos separados y con escasas conexiones. Pero esto no es cierto. El cuerpo y la mente son parte de un todo denominado ser humano. Y al ser parte de un organismo, de un todo, existen interrelacionados de tal manera que lo que afecta a uno repercute necesariamente en el otro.
Es por eso que se sabe que los humanos tenemos la capacidad de transformar nuestra biología mediante nuestros pensamientos y sentimientos.
Nuestras células sufren la acción de nuestros pensamientos y son modificadas por ellos.Todo el organismo permanece alerta a los mensajes, experiencias y recuerdos y los transforma en conductas personales ya sean agresivas o serenas. Una depresión intensa puede alterar de forma significativa nuestro sistema inmunológico, más conocido como sistema de defensas. Un recuerdo sobre algo triste, negativo o doloroso hace que el organismo libere hormonas y sustancias biológicas que son destructivas, de la misma forma que lo hace el stress. Pero es el organismo como un todo el que reacciona, el que responde, por eso el que está triste, envidioso o deprimido refleja tristeza, envidia o depresión por todas las partes de su cuerpo: su mirada, su caminar, la postura de cuerpo, el tono de voz, la imagen del rostro, la tersura de la piel, su digestión o la calidad del sueño.
Cuando en el cerebro por una rabia, un susto, odio, envidia o amargura,se producen sustancias neurotransmisoras,ellas viajan por la sangre, por la linfa o por acción quimioeléctrica a todo el cuerpo, de tal manera que las plaquetas de la sangre se pueden hacer más pegajosas  aumentando la tendencia a generar los coágulos que producen trombosis. Las mismas lágrimas tienen una composición química diferente cuando son de tristeza que cuando son de alegría y  la piel tiene un tono y elasticidad diferente, y así mismo, los procesos de envejecimiento se aceleran, aumenta la tensión arterial, el corazón cambia su ritmo normal, se producen lesiones en la mucosa gástrica con gastritis o ulceras, el colon trabaja con dificultad y las glándulas trabajan con celeridad peligrosa.
No obstante, los neurotransmisores también se activan por alegrías, por esperanza, por confianza, por caricias sinceras, fortaleciendo el sistema inmunológico, previniendo enfermedades, manteniéndonos saludables y aumentando nuestro tiempo de vida. Cuando un ser humano se tranquiliza o se llena de esperanza o de alegría, todo su perfil bioquímico interno se modifica dramáticamente.
El odio, la rabia o la envidia son pesados fardos que el que los carga debe pagar con daños en su salud, con alteraciones nocivas en la armonía de su convivencia, y con deficiencias en su rendimiento laboral, intelectual, mental y emotivo. La cultura oriental enseña la importancia de aprender a estar en paz consigo mismo, de la relajación, de la tranquilidad espiritual para mantener una salud corporal sólida y duradera.
Cuando usted internaliza y hace consciente todo su cuerpo de la importancia del respeto por el otro, de lo valioso que es el mandato cristiano del amor al prójimo todo su cuerpo, su mente, su alma se transforman en un vórtice de energía, de luz, de sabiduría, de alegría y, sobre todo, de salud.