jueves, 16 de septiembre de 2010

EL PRIVILEGIO DE LA INFORMACIÓN
Dice la ciencia que el universo está conformado por materia y energía. Durante los últimos años se ha agregado un nuevo elemento: la información. Es decir, el universo todo, en última instancia es materia, energía e información.
Con la revolución francesa, prácticamente, nacen los derechos humanos. Había antecedentes históricos, incluyendo la declaración de Virginia para crear los Estados Unidos, pero su empleo sistemático, se puede decir, que nació después de 1789. Uno de los motivos de esa revuelta popular fue la supresión de privilegios. ¿Qué es un privilegio? Es exonerar a alguien de una obligación o responsabilidad, o permitirle hacer algo que está prohibido o vedado a los demás. En otras palabras, es tener derechos pero no asumir deberes. Se puede decir que quien sólo tiene derechos y no tiene deberes es un privilegiado. Lo enseñado por la gesta francesa es que los derechos surgen de la interrelación personal y social, de tal manera que una persona tiene derechos en la medida que los otros se los reconocen y asumen el deber de respetarlos. Por lo tanto, todo derecho vive aparejado con un deber.
Es un derecho humano fundamental el informar y el recibir información veraz e imparcial, según reza el artículo 20 de nuestra constitución. Esto de la información se considera tan importante que cuando esta se almacene, por ejemplo en los bancos o archivos de entidades públicas o privadas, un ciudadano tiene derecho a conocerla, actualizarla y, si es del caso rectificarla, como también lo establece su artículo 15.
Existe una circunstancia en la cual la información se puede constituir en un privilegio. Es el tema que quiero tocar. Preocupa que nadie diga nada, cuando funcionarios, públicos o privados, luego de retirarse, le ofrecen a la institución de la que se marcharon, sus servicios para ejercer funciones, que no se realizaron adecuadamente cuando ellos fungían como empleados. Pongamos ejemplos. Un secretario de hacienda o un tesorero, tienen acceso a toda la información financiera y fiscal de un municipio o departamento. Ellos conocen quien le debe a la entidad, cuanto y desde cuándo. Conocen los negocios lucrativos del fisco y las oportunidades que se pueden generar. Tienen una información que no está al alcance de todo el mundo. Conociendo la administración desde adentro, pueden enterarse de detalles privilegiados, que les permitirá, al retirarse, por ejemplo, ofrecer, mediante empresas de cobranzas, recaudar las deudas de los morosos, que sólo ellos conocen. La entidad, que es dueña de esa información, pero que no se ha enterado de lo que tiene, y que otros se apropiaron para su beneficio, resulta contratando, una empresa de un ex funcionario, para que ejecute, utilizando una información obtenida fraudulentamente, las deudas que dejó de cobrar cuando trabajaba para la misma entidad que ahora le contrata y por precios onerosos…
Cuentan que el padre de un ex alcalde, apoyado subrepticiamente por su hijo, conoció los futuros planes de desarrollo urbanístico de la ciudad, y con esa información privilegiada, se dedicó a comprar los predios que luego necesitará la urbe para crecer, y así ganar mucho dinero.  Parece que esto lo aprendieron de otro ex alcalde ya fallecido.
La información para nosotros es un derecho, pero ella misma es para unos pocos un privilegio. Claro que estos creen que ellos no son delincuentes, sino que los demás somos envidiosos.