jueves, 11 de noviembre de 2010

SI LOS BANDIDOS HABLARAN…

Uno de los aspectos que más le duele a este país y que quizás no se solucionara pronto es la corrupción. Y no se avizora solución porque la corrupción está metida en los tuétanos de mucha gente que hace política y que labora con el estado. Así como la educación de un niño debe iniciar veinte años antes que nazca, con la educación de sus padres, la corrupción se debe combatir desde antes de iniciar un gobierno, desde la campaña electoral misma. ¿No ha notado usted que la mayoría de los candidatos a gobernaciones o alcaldías anda rodeada por ingenieros, arquitectos y demás posibles contratistas? Son ellos los grandes aportantes de los onerosos gastos de una campaña. ¿Lo hacen por generosos y buenas personas? ¡No! Si el candidato gana, en jugosos contratos les devolverán lo invertido. A mayor inversión, mayor compromiso.
¿Pero luego la ley no establece los mecanismos para la contratación con trasparencia y evitar la trampa? La ley existe, y también sofisticados métodos para evadirla. De tal manera, que el mandatario, directamente o por una funcionaria(o) que delegue, decide a quien adjudicará el contrato. Exige por adelantado el pago de su comisión en efectivo. Cheques, letras y títulos dejan rastro y no conviene. El contratista conoce bien el tema y a los costos de la obra le reajusta la “mordida” del mandatario. Sabe también, que tendrá que pagar otros costos: la interventoría, para que la obra pase sin contratiempos, y los “retenes” de la oficina de contratación, jurídica y pagaduría, entre otras, para que las cuentas no se detengan. ¿Entonces las licitaciones, los estudios de diseños, las investigaciones fiscales y de contralorías, etc., son un chiste? No. Son una parodia. Porque lo que se organiza es una asociación para delinquir, para esquilmar el erario público, para enriquecerse ilícitamente. Esto funciona de manera eficaz.
En ocasiones se cometen errores. Si el contratista es chambón o para ganar más usa materiales de mala calidad, y la obra no se puede recibir porque las fallas son difíciles de ocultar o porque un funcionario honesto, que los hay, se opone a recibir un esperpento por cosa buena, se produce una debacle. El contratista siente que perdería plata si rehace lo mal hecho, y está convencido que ya pagó por su negocio y que es injusto que le devuelvan lo ejecutado. El mandatario, con su parte ya en sus arcas, entiende al contratista y, en ocasiones, trata de ayudarlo, en otras le da le espalda. Como los organismos de control, también reciben dádivas, no oyen, no ven, no entienden. En resumen, la obra de mala calidad, pagada con los impuestos de la gente, le queda a la ciudadanía, un mandatario y sus amigos se ganaron una plata, un contratista hizo su negocio, y no pasó más nada.
En Ibagué entregaron una obra pomposa y no la han recibido por mal hecha. Los diseños son defectuosos, los acabados no cumplen, los materiales fallan, etc. Como el contratista ya pagó su parte, lo premiaron con otro negocito, para resarcir gastos, pero parece que ya no le alcanza. ¿Qué pasará si se quiebra?  Tenía razón monseñor Germán Guzmán en 1962: si los bandidos hablaran, saltarían en átomos muchos prestigiosos políticos que condenan en público el delito, pero trabajan con sus autores. ¡Es monstruoso jugar así con Colombia!
Ibagué cumplió 460 años, ¡tan vieja y tan pendeja!