LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD Y SOCIEDAD
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA

Existiría una segunda naturaleza en el individuo, que sería modificable y cuya apropiación se daría en un proceso que duraría toda la vida. Esta segunda naturaleza sería el carácter. Sobre esta segunda naturaleza operaría la ética y desde donde se generarían los valores.
La personalidad estaría conformada indisolublemente por una parte biológica y otra cultural, política y social. Para Agnes Heller, el temperamento es la expresión del yo, que niega pero a la vez necesita, al carácter, que expresaría al nosotros, a la sociedad. El carácter se enfrenta con el temperamento pero no lo puede desaparecer, es imposible. Sin embargo, cuando el carácter se impone sobre el temperamento, se tiende a la docilidad, al disciplinamiento extremo, al adocenamiento. Muchos docentes, gerentes, administradores y militares sueñan con imponer carácter y borrar temperamentos. Por otro lado, muchos pretenden negar el carácter y privilegiar el temperamento. Esto generaría individualismos, egoísmos, comportamientos anárquicos y antisociales. La personalidad comprende el vínculo irrenunciable del carácter con el temperamento, pero ambos, que aunque se niegan, se complementan y se necesitan.
El concepto de libre desarrollo de la personalidad, se ha convertido en un dolor de cabeza para algunos en el sector educativo, para las autoridades y para ciertos padres de familia. Su libre desarrollo no es cerrar los ojos y abandonar a su suerte a los jóvenes para permitir que su temperamento se exprese sin construir un carácter. Tampoco es anhelar la mano dura, el reglamento rígido, el autoritarismo y la represión para imponer un carácter que se acomode a lo que se quiere socialmente. Estos dos extremos se caracterizan por desconocer alguno de los dos aspectos que se necesitan mutuamente en la personalidad, y olvidan las inteligencias de cada persona y las influencias, muy fuertes, que representan el ambiente, la comunidad, el contexto social y cultural.
La personalidad es una realización compleja. No es un simple agregado de elementos. Muchos padres, autoridades y docentes no han entendido que la sociedad está cambiando aceleradamente. Que los valores con que se criaron padres, tíos y abuelos eran válidos para su época, que esta sociedad tiene otros valores y que los jóvenes no se someterán a valores arcaicos, descontextualizados. Que los valores no se construyen recitando el catecismo del padre Astete, ni aprendiendo de memoria la urbanidad del venezolano Carreño, ni amenazándolos con leyes más fuertes o reduciendo la edad de control penal.
Los jóvenes no son tontos y no desean el mundo de corrupción, racismo, exclusión, mentira, violencia, envidia y egoísmo que los adultos les queremos heredar. Si el futuro es la continuidad de este presente, los jóvenes, con razón, se niegan a ser futuro. Ellos tienen mucho que opinar, pero somos sordos si no hablan, se visten y comportan como nosotros. Tenemos muchísimo por aprender…