viernes, 25 de febrero de 2011

LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD Y SOCIEDAD
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA

Según algunos psicólogos, la personalidad está configurada por el temperamento, el carácter, las aptitudes (inteligencias) y el ambiente.  El temperamento es un elemento importante de la personalidad de un ser humano y sería la base biológica sobre la que se edifica el carácter. El temperamento estaría determinado por factores genéticos y/o hereditarios y por procesos fisiológicos. Sería la naturaleza general de la personalidad de un individuo. El filósofo español Luis Aranguren llama al temperamento la primera naturaleza del ser humano, que se recibiría desde el momento de nacer y que, en general, se mantendría, más o menos estable, durante toda la vida.

Existiría una segunda naturaleza en el individuo, que sería modificable y cuya apropiación se daría en un proceso que duraría toda la vida. Esta segunda naturaleza sería el carácter. Sobre esta segunda naturaleza operaría la ética y desde donde se generarían los valores.

La personalidad estaría conformada indisolublemente por una parte biológica y otra cultural, política y social. Para Agnes Heller, el temperamento es la expresión del yo, que niega pero a la vez necesita, al carácter, que expresaría al nosotros, a la sociedad. El carácter se enfrenta con el temperamento pero no lo puede desaparecer, es imposible. Sin embargo, cuando el carácter se impone sobre el temperamento, se tiende a la docilidad, al disciplinamiento extremo, al adocenamiento. Muchos docentes, gerentes, administradores  y militares sueñan con imponer carácter y borrar temperamentos. Por otro lado, muchos pretenden negar el carácter y privilegiar el temperamento. Esto generaría individualismos, egoísmos, comportamientos anárquicos y antisociales. La personalidad comprende el vínculo irrenunciable del carácter con el temperamento,  pero ambos, que aunque se niegan, se complementan y se necesitan.

El concepto de libre desarrollo de la personalidad, se ha convertido en un dolor de cabeza para algunos en el sector educativo, para las autoridades y para ciertos padres de familia. Su libre desarrollo no es cerrar los ojos y abandonar a su suerte a los jóvenes para permitir que su temperamento se exprese sin construir un carácter. Tampoco es anhelar la mano dura, el reglamento rígido, el autoritarismo y la represión para imponer un carácter que se acomode a lo que se quiere socialmente. Estos dos extremos se caracterizan por desconocer alguno de los dos aspectos que se necesitan mutuamente en la personalidad, y olvidan las inteligencias de cada persona y las influencias, muy fuertes, que representan el ambiente, la comunidad, el contexto social y cultural.

La personalidad es una realización compleja. No es un simple agregado de elementos. Muchos padres, autoridades y docentes no han entendido que la sociedad está cambiando aceleradamente. Que los valores con que se criaron padres, tíos y abuelos eran válidos para su época, que esta sociedad tiene otros valores y que los jóvenes no se someterán a valores arcaicos, descontextualizados. Que los valores no se construyen recitando el catecismo del padre Astete, ni aprendiendo de memoria la urbanidad del venezolano Carreño, ni amenazándolos con leyes más fuertes o reduciendo la edad de control penal.

Los jóvenes no son tontos y no desean el mundo de corrupción, racismo, exclusión, mentira, violencia, envidia y egoísmo que los adultos les queremos heredar. Si el futuro es la continuidad de este presente, los jóvenes, con razón, se niegan a ser futuro. Ellos tienen mucho que opinar, pero somos sordos si no hablan, se visten y comportan como nosotros. Tenemos muchísimo por aprender…