jueves, 2 de diciembre de 2010

REFLEXIONES SOBRE LA CULTURA PATRIARCAL
POR: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Nacimos y hemos vivido en un mundo patriarcal. Igual les sucedió a nuestros antepasados. Hasta donde nos alcanza la memoria, la vida, en el mundo occidental moderno, ha sido patriarcal. Como no conocemos otra manera de vivirla, creemos que es la única forma posible, que no hay otra diferente a ella.
La competencia es inherente al mundo patriarcal. Aprendimos que la vida es una afrenta, una lucha por la supervivencia, una guerra por el pan de cada día; y que todos competimos y sólo los ganadores serán exitosos. Los perdedores, se deberán resignar a ser pobres, a tener malos sueldos y empleos, a vivir de cualquier manera y a sufrir con paciencia. Es el precio de ser perdedores. Como nadie quiere perder y el costo de la derrota es muy alto, la trampa se convierte en una opción apreciada para ganar de cualquier manera. La vida se entiende como competir. Pero la competencia está fundamentada en la negación del otro. Para que alguien gane tiene que negar a los demás. La convivencia, entonces, está impregnada de la negación del prójimo.
Hablar de lo patriarcal, es hablar de dominación, de control, de negación del semejante, de apropiación de las personas y de la naturaleza, de considerar a los demás como cosas para utilizar, para sacarles provecho. La cultura patriarcal se basa en una serie de emociones y acciones que se reflejan en nuestra vida cotidiana en la que se valora la guerra, la competencia, la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder, la apropiación de los recursos, el crecimiento como visión del desarrollo. Pero lo más importante, es que justifica racionalmente el control y la dominación de los otros, bajo el supuesto de poseer la verdad, en otros términos, la cultura patriarcal se apropia de la verdad y todo punto de vista distinto, en mirado como afrenta, enemistad, equivocación o mala intención.
En la cultura patriarcal, se cree que todos nuestros actos requieren el uso de la fuerza, por lo tanto, cada instante en relación con otro u otros es asumido como un desafío. Se considera, partiendo de la desconfianza que nace en la negación del otro, que debemos buscar, a como dé lugar, la  certidumbre en la apropiación del mundo natural y de los otros seres humanos. En la cultura patriarcal el cuerpo y el sexo son vistos como fuente de vergüenza u obscenidad, y la sexualidad es entendida sólo como acto de procreación y no como fuente de placer, sensualidad y ternura entre seres humanos que se aceptan como legítimos para convivir en armonía.
Lo patriarcal es una cultura, una forma de vida, una manera de entender y ser en el mundo,  pero que es vivido y sentido tanto por hombres como por mujeres. De tal forma que una mujer puede ser profundamente patriarcal si se le han inculcado y ha asumido todos los “valores” de esta cultura, porque no es un asunto meramente masculino. Lo patriarcal privilegia los valores masculinos y los jerarquiza como los preferibles. En una cultura de enfrentamiento y de guerra, la combatividad, la agresividad, la audacia, la astucia, son valores a destacar y muy apetecidos. Lo femenino se subvalora, no se dimensiona y se relacionan con la cobardía, la debilidad, la delicadeza. Surge una pregunta: ¿su hogar, sus hijos, su convivencia es patriarcal?